jueves, 24 de diciembre de 2020

Mensaje de Navidad 2020. Pedro Andrés García Barillas

 Homilía para la Misa de Medianoche, 24 de diciembre 2020

NAVIDAD ES JESÚS



Primera Lectura: Is 9, 1-6; Salmo Responsorial: Sal 95, 1-2ª. 2b-3. 11-12. 13 Respuesta: (R.: cf. Lc 2, 11); Segunda Lectura: Tit 2, 11-13; Aleluya: Lc 2, 10-11; Santo Evangelio: Lc 2, 1.14.

Queridos hermanos. Hoy nos ha nacido el Salvador y estamos alegres. Celebrar la Natividad del Señor en este 2020, debe ser para nosotros una experiencia esperanzadora, pues reconocemos así que Dios ha venido al mundo para hacerse uno con nosotros; he aquí el auténtico sentido de esta fiesta religiosa.

La pandemia del Covid-19 ha dejado víctimas humanas por todo el orbe, no hay lugar en la tierra donde no se llore a un ser querido fallecido a causa de este terrible virus, sin embargo, Dios nace para consolarnos, para salvarnos, para darnos la paz y la salud que tanto necesitamos.

Es imposible no hablar de la pandemia en esta reflexión navideña, pues estamos condicionados por ella. Pensemos en todos los católicos que en este día desean asistir a la Santa Misa, pero no pueden hacerlo, porque el confinamiento social parece ser la mejor defensa contra la enfermedad que nos acecha. Pensemos también en tantos ministros de Dios que se esfuerzan por transmitir las celebraciones a través de las redes sociales, para hacer llegar el mensaje del Evangelio a todos los hogares que deseen recibirlo. Por último, pensemos en los trabajadores de la salud que en esta nochebuena estarán cerca de los contagiados, cuidando de ellos, en algunos sitios con la ayuda de la medicina moderna, en otros, con la mayor precariedad y escasez de insumos necesarios, a todos ellos vaya nuestra oración y felicitación.

Para toda circunstancia de la vida Dios tiene una palabra oportuna. En la primera lectura, tomada del profeta Isaías, conocemos la noticia grande que llega al pueblo que caminaba en tinieblas, y es que éste pueblo por fin ve una gran luz. Las tinieblas de este 2020 todos las conocemos, pero la luz que brilla al final de este 2020 ¿todos podrán reconocerla? Hermanos en el Señor, hace falta poner de nuestra parte para ver en la Natividad del Señor, el remedio de nuestros males, la luz que alumbra nuestro mundo tenebroso, la paz que verdaderamente necesitamos. Jesús, como lo presenta Isaías, es el Príncipe de la Paz.

En el salmo de esta noche meditamos una frase de Lucas, (2,11) “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”, para luego entonar el canto de toda la creación a nuestro Dios, porque ha hecho maravillas y ya llega para regir la tierra. Así es, todos queremos que Dios venga a regir la tierra, pero muchas veces no somos capaces de dejar que Dios regia nuestros corazones, de donde salen nuestros deseos e intenciones. Que en esta Navidad esperemos con firmeza la justicia de Dios, prometiendo de nuestra parte servirle a él con toda nuestra fidelidad.

En la segunda lectura de hoy, san Pablo recuerda a Timoteo y a todos nosotros, como si nos hablara al oído, que “se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres”, es decir, para todos y cada uno de nosotros. Esta gracia nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. En esta Navidad, con la ayuda de la Pandemia, por así decirlo, Dios espera de nosotros que llevemos un ritmo de vida más sobrio, una vida justa y piadosa. Dediquémonos a las obras buenas.

La antífona del Aleluya de esta noche, es una de mis frases bíblicas favoritas: “Os anuncio una buena noticia: hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11). Estas palabras nos las presenta el evangelista san Lucas, pero no han sido pronunciadas por hombre alguno, estas palabras son dichas por el Ángel del Señor, que nos invita a no tener miedo. El miedo en la Navidad no cuenta, no hace falta, no es necesario. En la Navidad necesitamos paz, alegría, felicidad, pero para encontrarla debemos buscarla en Dios. Lo material es y será siempre algo necesario, pero secundario, menesteroso, pero no lo más importante. Como diría Mons. José Ignacio Munilla, “Lo más importante en esta vida es que lo más importante sea lo más importante”: Dios.

Finalmente, Lucas relata la escena evangélica de esta noche. A María se le anunció que sería la Madre de Dios en un momento inesperado, pero no porque estuviera indispuesta, sino porque simplemente no se lo esperaba; y es en Belén donde da a luz a su Hijo, también en un momento inesperado, pues  ella y José no habían viajado hasta ese pueblo para ello, sino para cumplir el decreto imperial del censo. Dios, aunque lo esperemos y lo busquemos aquí y allá, viene a nuestras vidas en el momento menos esperado, por eso no podemos perder la oportunidad de recibirlo, cuando Él venga, cuando Él quiera. El momento no lo sabemos, pero la certeza sí la tenemos. ¿Esperamos o no a Jesús? ¿Nos hemos preparado para cuando venga? ¿Le queremos recibir?

La Santísima Virgen María y San José hicieron lo que les correspondía, para que Jesús viniera al mundo. Nosotros también podemos colaborar con el plan salvífico de Dios, ¿cómo?, viviendo en el amor, haciendo el bien, sonriendo, procurando la felicidad de los demás, compartiendo, trabajando, orando, dando limosna, escuchando a los demás, abriendo nuestro corazón a quien esté necesitado de comprensión, siendo amigable con todos y siendo buenos con nuestros amigos. En esta época de tecnología, antes de reenviar un video de felicitaciones navideñas, detengámonos un momento y escribamos nosotros mismos el mensaje que queremos compartir con nuestros familiares y amigos, que sean nuestras propias palabras las que lleguen a sus corazones, y no un mensaje preestablecido, a veces sin mucho sentido.

En nuestras Navidades estamos acostumbrados a ubicar la pequeña imagen del recién nacido en el Pesebre, junto a su madre María y su padre José, padre adoptivo, pero padre también. Que en esta Navidad del 2020, al ubicar la imagen, podamos recibirlo al mismo tiempo en nuestro corazón. No hay nada más grandioso que encontrar a Jesús en nuestro propio corazón y reconocerlo también en el de los demás, porque eso se nota, quien tiene a Dios en el corazón no lo puede ocultar. Es como haber preparado el Pesebre en nuestra propia alma, para que ya no tenga que pedir posada la Virgen, sino que presurosa dé a luz a su Hijo en nosotros. Si Dios viene a nosotros, podemos decir con el Ángel: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”

Vemos que en estos últimos días se intensifica el nivel de contagio del Covid-19 y por eso todos consideran oportuno hacer uso de la mascarilla (cubrebocas o tapabocas), pues bien, el énfasis que le ponen a esto me parece que es dantesco, pareciera que esto nos dará la vida eterna, la salvación. ¿De qué nos sirve usar todo el día el tapabocas si miramos con odio a los demás, si no hacemos el bien? Incluso, aunque no se note tanto, usemos el tapabocas, pero sonriamos a los demás, en las calles, en los lugares en donde estemos, que con la mirada podamos decir feliz Navidad a todo aquel que nos ve. Que debajo de los tapabocas haya una sonrisa, esa sonrisa de solidaridad para con los demás, esa sonrisa aparentemente oculta que sí ve Dios.

Navidad es Jesús, por eso ¡Feliz Navidad!

P.A

García

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