miércoles, 9 de diciembre de 2020

Unas palabras sobre el Diario de Ana Frank

DE DAGBOEKEN VAN ANNE FRANK


         El lunes 23 de noviembre de 2020, compré dos libros: One Direction. La Historia. Biografía no autorizada y El Diario de Ana Frank. Se trata de la 5ta reimpresión de este libro, de febrero de 2020, de la Editorial DEBOLSILLO de Lima, Perú, con 378 páginas, sin representaciones pictóricas, sólo en la portada aparece la joven Ana Frank, en su popular imagen sonriente; traducido por Diego Puls, del título original: Het Achterhuis: Dagboekbrieven 12 juni 1942 – 1 augustus 1944.

         La historia de esta adolescente judía es conocida por muchos, su diario ha sido uno de los libros más populares del siglo XX. Lo que me interesa escribir en este comentario es simplemente una apreciación personal del texto, luego de haberlo leído en su totalidad, para ello copiaré textualmente las frases del Diario de Ana Frank que más me han llamado la atención, luego, si es conveniente, haré algún comentario particular sobre cada cita. Espero no les parezca tan tedioso. Les aseguro que cada una de las citas no tiene ningún desperdicio.

         “Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo”, escribió Ana el 12 de junio de 1942 al inaugurar las páginas en blanco de un diario que había recibido como regalo por su cumpleaños. Esta jovencita relatará en él sus más cotidianas experiencias, siendo de mayor interés las historias vividas en el escondite que la familia Frank debió buscar para salvarse de la deportación de los nazis.

         Lunes 28 de septiembre de 1942 “… he aprendido una cosa, y es lo siguiente: a la gente no se la conoce bien hasta que no se ha tenido una verdadera pelea con ella. Solo entonces puede uno juzgar el carácter que tienen”. Ana convivió en el escondite, llamado por ella misma “la Casa de atrás”, con otras siete personas: su padre, madre y hermana mayor, junto con otra familia de padre, madre y un hijo, y finalmente otro judío amigo de la familia, que completaban ocho en total. Es en este panorama donde Ana comprende lo difícil que es convivir con personas, con familiares y con amigos, en igual dificultad.

         No todo en “la Casa de atrás” eran riñas y peleas, también hubo espacio para el humor, es así como Ana escribió el jueves 1 de octubre de 1942 un chiste contado por el señor Van Daan: “¿Sabes lo que hace 99 veces «clic» y una vez «clac»? ¡Un ciempiés con una pata de palo!”

        “¡Bonito el pueblo alemán, y pensar que yo también pertenezco a él! Pero no, hace mucho que Hitler nos ha convertido en apátridas. De todos modos, no hay enemistad más grande en el mundo que entre los alemanes y los judíos”. Viernes 9 de octubre de 1942. Hay una palabra interesante en esta frase: “apátridas”. Hitler, como todo dictador despiadado, había cercenado a una parte del pueblo alemán por ser judíos. Hay una razón por la cual Hitler tuvo tanto odio al pueblo judío, él mismo lo relata en su libro Mi Lucha, que más adelante comentaré como lo estoy haciendo ahora con el Diario de Ana Frank. Los apátridas nos son más que una porción de patriotas que quieren a su Patria, pero que despatrian por no compartir los ideales de aquellos que mal gobiernan su Patria, verbigracia: Venezuela.

         “Jan Gies nos ha traído una copia de la carta pastoral de los obispos dirigida a la grey católica. Es muy bonita y está escrita en un estilo muy exhortativo. « ¡Holandeses, no permanezcáis pasivos! ¡Que cada uno luche con sus propias armas por la libertad del país, por su pueblo y por su religión! ¡Ayudad, dad, no dudéis!». Esto lo exclaman sin más ni más desde el púlpito. ¿Servirá de algo? Decididamente no servirá para salvar a nuestros correligionarios”. Sábado 27 de febrero de 1943. A estas dos familias judías, escondidas por persecución religiosa, llega una carta pastoral de los obispos, dirigida a católicos, que en el pensamiento de Ana, son correligionarios. A Ana le parecen palabras hermosas, pero no les da crédito puesto que están dirigidas desde una iglesia, al parecer, una realidad totalmente diferente, sin embargo, lo que los obispos católicos decían desde el púlpito, los feligreses católicos lo hacían con sus obras, pues, Ana Frank y su familia fueron ocultados y ayudados por Miep, una mujer católica.

         “Todos se esperan que le pida perdón, pero se trata de un asunto en el que no puedo pedir perdón, sencillamente porque lo que he dicho es cierto […]. Yo, por mi parte, seguiré con mi actitud fría y silenciosa, y tampoco en el futuro le tendré miedo a la verdad, puesto que cuanto más se la pospone, tanto más difícil es enfrentarla”. Viernes 2 de abril de 1943. Ana relata en su diario el desamor que tenía por su mamá. Fueron muchas las circunstancias que llevaron a esta situación. Ana llegó a declarar en su diario el odio que sentía por su madre. En esta frase de Ana se denota el carácter que esta jovencita tenía. Había peleado con su mamá, la había hecho sentir mal al demostrarle el repudio que le tenía, pero, después de esto, Ana se sintió libre, llenó su alma de paz, puesto que había manifestado lo que sentía. Luego se prometió a sí misma no posponer nunca la verdad. Interesante propósito que, con caridad, nos ayudaría a muchos a sobrellevar las contrariedades de la vida.

         “Cuando la señora Van Daan profiere las tonterías más increíbles, Putti a menudo pega un salto de exasperación. Pero es lógico, porque un día Kerli, dice: «Cuando todo esto acabe, haré que me bauticen», y al otro día afirma: «!Siempre he querido ir a Jerusalén, porque solo me siento en mi casa cuando estoy rodeada de judíos!»”. Domingo 2 de mayo de 1943. La situación de presión de estos judíos era tal, que incluso les pasó por la mente convertirse al catolicismo, tal vez para evadir así la persecución religiosa, sin embargo, como en el caso de la cita anterior, la señora Van Daan no sabe en qué palo ahorcarse, no sabe si sentirse y vivir toda su vida como judía, o bautizarse católica y ser libre, pero habiendo renunciado a su fe inicial. En estas situaciones están más de uno en la actualidad, a punto de renunciar a su fe, pero no por persecución religiosa, sino por comodidad, y ahí está el ejemplo de estos judíos y católicos, que en medio de una guerra fueron capaces de mantenerse en pie; los judíos con su fe en la clandestinidad, y los católicos apoyándoles desde lo material.

En el cumpleaños de Ana, un año después de haber recibido como regalo el diario que estaba escribiendo, su padre le compuso un hermoso poema, el cual fue transcrito casi en su totalidad por Ana. De ese poema yo quisiera citar solamente unas cuantas palabras:

“Los meses aquí no pasan en vano,

aprovéchalos bien con tu estudio sano,

que estudiando y leyendo libros pos cientos,

se ahuyenta el tedio y el aburrimiento”.

Domingo 13 de junio de 1943.

Ana Frank y todos los de “la Casa de atrás” llevaban un ritmo de estudio bastante preciso. Era común que, junto con las provisiones de alimentos, llegaran también libros de diversos temas, para el disfrute en el escondite. Ana cultivó el hábito de lectura. Amaba sus libros, amaba escribir. Sin duda que de haberse salvado de la guerra, hubiese sido una gran escritora. Su deseo era ser periodista, escritora. Estado escondida, a parte de su diario, escribió cuentos infantiles, que también fueron publicados. Esta niña no perdió el tiempo, al contrario, lo supo aprovechar al máximo. Ahora bien, cuántos de los que estamos libres, o vivimos con libertad, no somos capaces de tomar un libro y leer, informarnos, escribir.

         En refuerzo de lo anteriormente expuesto: “Miep también nos trae todos los sábados cinco libros de la biblioteca. Siempre esperamos con gran ansiedad a que llegue el sábado, porque entonces nos traen los libros. Como cuando les traen regalitos a los niños. Es que la gente corriente no sabe lo que significa un libro para un escondido. La lectura, el estudio y las audiciones de radio son nuestra única distracción”. Domingo 11 de julio de 1943.

         “Papá, mamá y Margot me son indiferentes de tanto en tanto, y yo deambulo por las habitaciones, bajando y subiendo las escaleras, y me da la sensación de ser un pájaro enjaulado al que le han arrancado las alas violentamente, y que en la más absoluta penumbra choca con los barrotes de su estrecha jaula al querer volar”. Viernes 29 de octubre de 1943. Qué difícil debe ser estar encerrados, escondidos, sin poder salir y respirar aire puro. Vemos cómo a Ana y a los de “la Casa de atrás” les costó un poco acostumbrarse a vivir encerrados. Para Ana era como estar en una jaula, ella misma se sentía como un pájaro sin alas, pero con todas las ganas del mundo de querer volar, volar alto. Ojalá y leyendo este diario aprendamos a valorar la libertad. No basta con estar sumidos en la lectura todo el tiempo, ni trabajando todo el tiempo, ni durmiendo todo el tiempo. Nos hace falta esparcir la mente, caminar, respirar aire puro, observar el cielo, la naturaleza. Todas estas cosas eran deseos de Ana, deseos que no pudo más que imaginarse.

         “A veces creo que Dios me quiere poner a prueba, tanto ahora como más tarde. Debo ser buena sola, sin ejemplos y sin hablar, solo así me haré más fuerte”. Sábado 30 de octubre de 1943. Como ya se dijo anteriormente, Ana sentía rencor contra su madre. No veía en ella nada bueno, o casi nada bueno, por lo que constantemente buscaba alguien que le ayudara a formarse, pero esto no lo logró. Ana fue consciente de que su formación, su educación recaía principalmente sobre ella misma. Supo conocerse a sí misma, criticarse a sí misma y mejorar. Tenía un firme propósito de mejorar sus actitudes para agradar a los demás, pero sin dejar de ser autentica, sin dejar de ser Ana, cuestión que le acarreo numerosas peleas en “la Casa de atrás”. Al final, le reconocieron su autenticidad y alegría, por lo que Ana finalmente reconoció con orgullo que era una niña feliz, a pesar de los pesares.

         “Para que yo también empezara con algo nuevo, papá le pidió a Kleiman una Biblia para jóvenes, para que por fin me entere de algunas cosas del Nuevo Testamento. -¿Le vas a regalar a Ana una Biblia para Janucá?- preguntó Margot algo desconcertada. –Pues… en fin, creo que será mejor que se la regale para San Nicolás- contestó papá. Y es que Jesús y Janucá no tienen nada que ver”. Miércoles 3 de noviembre de 1943. Ana era una niña judía con fuertes intereses religiosos. Lo judíos tienen la Biblia solo hasta la mitad, ya que, lo que para nosotros es solamente el Antiguo Testamento, para ellos es la Biblia completa, de ahí que Otto Frank, el padre de Ana, decida regalarse una Biblia para jóvenes, con el propósito de que Ana conociera también la historia de Jesús de Nazaret, el Rey de los Judíos. Si hay interés por parte de personas ajenas a nuestra religión en saber sobre la vida de Jesús, cuánto más interés debemos poner los católicos, para conocer lo que es nuestro.

         Añorando las festividades decembrinas, Ana escribió, con la ayuda de su padre:

“Como todos los años, San Nicolás ha venido

y a la Casa de atrás regalos ha traído.

Lamentablemente la celebración de este año

no puede ser tan divertida como antaño,

cuando teníamos tantas esperanzas y creíamos

que conservando el optimismo triunfaríamos,

que la guerra acabaría y que sería posible

festejar a San Nicolás estando ya libres.”

Lunes 6 de diciembre de 1943.

         Estas palabras de Ana nos puede traer a la mente la situación de tantos venezolanos que este año 2020 festejaremos la Navidad separados de nuestros seres queridos, por eso podemos decir con Ana: Lamentablemente la celebración de este año no puede ser tan divertida como antaño. Y aunado a esto, aunque se dé el caso de que estemos en familia, no podemos esparcirnos como tal vez quisiéramos, ya que estamos en medio de una Pandemia (Covid19) que nos hace expresar con Ana: que la guerra (Pandemia) acabaría y que sería posible festejar a San Nicolás estando ya libres.

         “Porque a pesar de todo no confío lo suficientemente en Dios. Él me ha dado tantas cosas que yo todavía no merecía, y pese a ello, siego haciendo tantas cosas mal… Cuando uno se pone a pensar en sus semejantes, podría echarse a llorar; en realidad podría pasarse el día llorando. Solo le queda a uno rezar para que Dios quiera que ocurra un milagro y salve a alguno de ellos. ¡Espero estar rezando lo suficiente!”. Miércoles 29 de diciembre de 1943. Ana era una joven de profunda fe. Consta que todas las noches oraba a Dios. Creía en Dios, le pedía cosas. En esta cita reconoce la poca confianza que le tenía. Ana reconoce que de Dios le han venido grandes beneficios en su vida, cosas que tal vez no se merecía, y a pesar de ello no correspondía al amor de Dios con el mismo amor, por el contrario, era consciente de que seguía haciendo cosas mal. Ana rezaba por sus semejantes, pedía a Dios un milagro para que todo el escándalo de la guerra pudiera acabar, pero no sabía si oraba lo suficiente. Aun en medio de nuestras dificultades debemos acostumbrarnos a dar gracias a Dios por los dones recibidos, y a pedirle, no solo por nosotros, sino por nuestros semejantes, como lo hacía Ana.

         “¿A caso el género humano es tan tremendamente egoísta y avaro en su mayoría? Me parece muy bien haber adquirido aquí algo de mundología, pero me parece que ya basta […]. Sea como sea, a la guerra no le importan nuestras rencillas o nuestros deseos de aire y libertad, y por lo tanto tenemos que tratar de que nuestra estancia aquí sea lo más placentera posible”. Sábado 15 de enero de 1944. En este contexto, Ana manifestaba las peleas que se tenían en “la Casa de atrás” por el tema de la comida, al ser dos familias unidas, la distribución de los alimentos era, a veces, irregular, saliendo beneficiados los que cocinaban de turno. La mundología según Ana es esa educación y tacto para decir las cosas, para hacer reclamos desde la justicia, empero ya estaba harta de tantas injusticias y egoísmo por parte de los adultos. Ana, a pesar de ser una joven bastante adelantada a su edad, no comprendía estas cosas. En su mundo todo podía ser perfecto. Finalmente reconoce que su estadía en el escondite debía ser agradable, y eso también dependía de ella, de sus actitudes. Si comprendiéramos, como Ana, que la vida a veces puede ser diferente si ponemos de nuestra parte, y dejamos de echar la culpa a los demás.

         Con respecto a la cita anterior: “… de las personas razonables (¡y creemos que los somos!) se podía esperar un mejor criterio en cuanto a cómo tratar a los demás. Espero haber adquirido una pizca de ese criterio y encontrar la oportunidad de ponerlo en práctica”. Sábado 22 de enero de 1944. En un ambiente como en el de “la Casa de atrás”, se pasaron varios días criticándose mutuamente por las actitudes tomadas en la vivencia cotidiana. Ana es la primera que reflexiona al respecto y decide dejar de criticar. Ella piensa que tratando bien a las personas se puede lograr más que andar con insultos y malas palabras para arriba y para abajo. Ése es el criterio correcto que Ana está segura de haber adquirido y que desea poner en práctica cada vez que sea posible. Ojalá y nosotros siguiéramos ese ejemplo, dejar de criticar y ponernos en los zapatos de los demás, solo así seremos nosotros los héroes de la una guerra que puede evitarse.

         Luego de tanto tiempo encerrados, parece que los temas de conversación se agotan, a no ser los que están en boga según las noticias, de ahí que Ana exprese, el viernes 28 de enero de 1944: “Sabemos cómo terminan todos los chistes, y el único que se ríe de ellos es quien los cuenta”. Más adelante, el martes 8 de febrero de 1944, Ana copió en su diario: “Hay momentos en que anhelo la tranquilidad y otros en que quisiera algo de alegría. Nos hemos desacostumbrado a reírnos, quiero decir, a reírnos de verdad”.

        “Para todo el que tiene miedo, o está solo o se siente desdichado, el mejor remedio es salir al aire libre, a algún sitio donde poder estar totalmente solo, solo con el cielo, con la naturaleza y con Dios. Porque solo entonces, solo así se siente que todo es como debe ser y que Dios quiere que los hombres sean felices en la humilde pero hermosa naturaleza”. Miércoles 23 de febrero de 1944. Como antes ya había citado, a Ana y sus compañeros de escondite les hacía falta poder salir a la calle. Después de estar tanto tiempo encerrados, valoraron la naturaleza como obra de Dios, y darían lo que fuera por salir y mirar el cielo, respirar, ver las hojas de los árboles caer, entre otras cosas. Pensemos ahora en tantos presos de libertad, que desearían hacer lo que nosotros podemos. Nada nos cuesta, detener un momento nuestro ajetreado día, hacer una pausa y contemplar a Dios en la naturaleza. En esta misma perspectiva, Ana escribió el mismo día: “La riqueza, la fama, todo se puede perder, pero la dicha del corazón a lo sumo puede velarse, y siempre, mientras vivas, volverás a hacerte feliz. Inténtalo tú también, alguna vez que te sientas solo y desdichado o triste, […]. No mires las casas y los tejados, sino al cielo. Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz.”

        Las siguientes palabras de Ana, del martes 7 de marzo de 1944, son toda una catequesis sobre la gratitud que, como hijos de Dios debemos tener presente: “Y por las noches, cuando acabo mis rezos pronunciando las palabras «Te doy las gracias por todas las cosas buenas, queridas y hermosas», oigo gritos de júbilo dentro de mí, porque pienso en esas «cosas buenas», como nuestro escondite, mi buena salud y todo mi ser, en las cosas queridas, como Peter y esa cosa diminuta y sensible que ninguno de los dos se atreve a nombrar aún, el amor, el futuro, la dicha, y en las cosas hermosas, como el mundo, la naturaleza y la gran belleza de todas las cosas hermosas juntas”. Ana se había enamorado de Peter Van Daan, el hijo de la otra familia que compartía con los Frank “la Casa de atrás”. Más adelante, en el mismo día, Ana reflexionó y apuntó: “[…] creo que toda desgracia va acompañada de alguna cosa bella, y si te fijas en ella, descubres cada vez más alegría y encuentras un mayor equilibrio. Y el que es feliz hace feliz a los demás; el que tiene valor y fe, nunca estará sumido en la desgracia”. Optimista manera de ver la vida la de Ana Frank. El amor por Peter vino a saciar los vacíos que la incomprensión de sus familiares le dejaba en su corazón.

         “Ante todo debo seguir mostrándome segura de mí misma por fuera, nadie debe saber que dentro de mí se sigue librando una batalla: una batalla entre mis deseos y la razón. Hasta ahora ha triunfado siempre esta última, pero a la larga ¿no resultarán más fuertes los primeros? A veces me temo que sí, y a menudo lo deseo”. Jueves 16 de marzo de 1944. La coraza que protegía la intimidad de Ana fue descubierta por Peter. El amor de estos dos jóvenes era maravilloso. Eran tal para cual, se correspondían mutuamente. A cada uno le sobraba lo que el otro carecía. Ana quería ser autentica, hemos dicho, pero esto no siempre le era fácil, por eso por fuera se mostraba fuerte, aunque por dentro estaba destruida, tal vez así evitó su ruina dentro del conjunto familiar que muchas veces la criticó y no la supo comprender. De los pocos que conocieron a Ana sin caretas fue Peter, su gran amor.

         La madurez de Ana Frank queda demostrada con las siguientes palabras suyas, del viernes 17 de marzo de 1944: “Aunque solo tengo 14 años, sé muy bien lo que quiero, sé quién tiene razón y quién no, tengo mi opinión, mi modo de ver y mis principios, y por más extraño que suene en boca de una adolescente, me siento más bien una persona y no tanto una niña, y me siento totalmente independiente de cualquier otra persona”.

        “A Peter le cuento cosas con gran facilidad, que a otros nunca les cuento. Así, por ejemplo, le he dicho que más tarde me gustaría mucho escribir, e incluso ser escritora, o al menos no dejar de escribir aunque ejerza una profesión o desempeñe alguna otra tarea. No soy rica en dinero ni en bienes terrenales; no soy hermosa, ni inteligente, ni lista; ¡pero soy feliz y lo seguiré siendo! Soy feliz por naturaleza, quiero a las personas, no soy desconfiada y quiero verlas felices conmigo”. Sábado 25 de marzo de 1944. Ana Frank manifestó sus deseos futuros, quería ser escritora, es por eso que una vez culminada la guerra, el único sobreviviente de los ocho que se escondieron en “la Casa de atrás”, Otto Frank, padre Ana, publicó los escritos de su hija, que, como hemos visto, no sólo fue su diario, sino otra cantidad de cuentos infantiles que también se pueden conseguir en las editoriales de la actualidad. No había cosa que hiciera más feliz a Ana que escribir.

         El amor de Ana por Peter quedó evidenciado en estas hermosas palabras: “Cuando él está recostado con la cabeza en mis brazos y los ojos cerrados, es aún un niño. Cuando juega con Mouschi o habla de él, está lleno de amor. Cuando carga patatas o alguna otra cosa pesada, está lleno de fuerza. Cuando se pone a mirar los disparos o los ladrones en la oscuridad, está lleno de valor, y cuando hace las cosas con torpeza y falto de habilidad, está lleno de ternura. Me gusta mucho más que él me explique alguna cosa, y que no le tenga que enseñar yo algo. ¡Cuánto me gustaría que fuera superior a mí en casi todo!”. Martes 28 de marzo de 1944.

         ¿Cómo era Ana Frank la joven escritora judía? Conozcámosla por sus propios comentarios, del miércoles 5 de abril de 1944, cuatro meses de ser llevaba a los campos de concentración junto con su hermana, y ser separada de sus padres: “Yo misma soy mi mejor crítico, y el más duro. Yo misma sé lo que está bien escrito, y lo que no. Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir. Antes siempre me lamentaba por no saber dibujar, pero ahora estoy más que contenta de que al menos sé escribir. Y si llego a no tener talento para escribir en los periódicos o para escribir libros, pues bien, siempre me queda la opción de escribir para mí misma. Pero quiero progresar […]. No quiero haber vivido para nada, como la mayoría de las personas. Quiero ser de utilidad y de alegría para los que viven a mí alrededor, aun sin conocerme. ¡Quiero seguir viviendo aun después de muerta! Y por eso le agradezco tanto a Dios que me haya dado desde que nací la oportunidad de instruirme y de escribir, o sea, de expresar todo lo que llevo dentro de mí. Cuando escribo de me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista o escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías”.

        “¿Por qué la gente tiene que pasar hambre, cuando en otras partes del mundo hay comida en abundancia, pudriéndose? ¡Dios mío! ¿Por qué el hombre es tan estúpido? Yo no creo que la guerra sea cosa de grandes hombres, gobernantes y capitalistas. ¡Nada de eso! Al hombre pequeño también le gusta; si no, los pueblos ya se habrían levantado contra ella. Es que hay en el hombre un afán de destruir, un afán de matar, de asesinar y ser una fiera, mientras toda la humanidad, sin excepción, no haya sufrido una metamorfosis, la guerra seguirá haciendo estragos, y todo lo que se ha construido, cultivado y desarrollado hasta ahora quedará truncado y destruido, para luego volver a empezar”. Viernes 5 de mayo de 1944.

         “El último chiste de Van Daan: A raíz de la clase de religión y de la historia de Adán y Eva, un niño de trece años le pregunta a su padre: -Papá, ¿me podrías decir cómo nací? –Pues… -le contesta el padre-. La cigüeña te cogió de un charco grande, te dejó en la cama de mamá y le dio un picotazo en la pierna que la hizo sangrar, y tuvo que guardar cama una semana. Para enterarse de más detalles, el niño fue a preguntarle lo mismo a su madre: -Mamá, ¿me podrías decir cómo naciste tú y cómo nací yo? La madre le contó exactamente la misma historia, tras lo cual el niño, para saberlo todo con pelos y señales, acudió igualmente al abuelo: -Abuelo, ¿me podrías decir cómo naciste tú y cómo nació tu hija? Y por tercera vez consecutiva oyó la misma historia. Por la noche escribió en su diario: «Después de haber recabado informes muy precisos, cabe concluir que en nuestra familia no ha habido relaciones sexuales durante tres generaciones»”. Martes 9 de mayo de 1994.

         “Ganarse la felicidad implica trabajar para conseguirla, y hacer el bien y no especular ni ser un holgazán. La holgazanería podrá ser atractiva, pero la satisfacción sólo la da el trabajo. Las personas que tienen una religión deberían estar contentas, porque no a todos les es dado creer en cosas sobrenaturales. […] el tener una religión, no importa de qué tipo, hace que el hombre siga por el buen camino. No se trata del miedo a Dios, sino de mantener alto el propio honor y la conciencia. ¡Qué hermoso y bueno sería que todas las personas, antes de cerrar los ojos para dormir, pasaran revista a todos los acontecimientos del día y analizaran las cosas buenas y malas que han cometido! Sin darte casi cuenta, cada día intentas mejorar y superarte desde el principio, y lo más probable es que al cabo de algún tiempo consigas bastante. Este método lo puede utilizar cualquiera, no cuesta nada y es de gran utilidad. Porque para quien aún no lo sepa, que tome nota y lo viva en su propia carne: ¡una conciencia tranquila te hace sentir fuerte!”. Jueves 6 de julio de 1944.

         “«Porque en su base más profunda, la juventud es más solitaria que la vejez.» Esta frase se me ha quedado grabada de algún libro y me ha parecido una gran verdad”. Sábado 15 de julio de 1944.

         Ana Frank y su hermana Margot murieron contagiadas de tifus en un campo de concentración al norte de Alemania. La fecha de sus muertes debe situarse entre finales de febrero y principios de marzo de 1945, sus restos seguramente están en las fosas comunes de Bergen-Belsen.

 

P.A

García

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