Desde el 18 de septiembre de 2015. Escríbeme al WhatsApp +51931254339 / pedgar080@gmail.com
viernes, 30 de junio de 2017
Reflexión sobre la Filosofía Política
Aniversario de la Legión de Maria en el Seminario de Mèrida
sábado, 24 de junio de 2017
Biografía de Pedro Julián Barillas Pereira
PEDRO BARILLAS
En la población de La Playa, el 24 de junio
de 1940, nació Pedro Julián Barillas Pereira, hijo legítimo de don Hilarión
Barillas y doña María Atanasia Pereira Gutiérrez de Barillas, era el último de
sus hermanos: Félix María (1920), Hilarión Belén (1926), José Ubaldo (1928),
Josefa del Carmen (1931), María Edicta (1935) y Saúl Antonio (1936). Vino al
mundo en la casa de la familia, ubicada a un lado del templo del pueblo, en una
esquina de la Plaza Bolívar. Fue bautizado en la iglesia de Nuestra Señora de
la Candelaria de Bailadores, el 4 de julio de 1941.
Sus hermanos mayores lo invitaban
frecuentemente a viajes y paseos donde podía reencontrarse con familiares,
especialmente estuvo Pedro Julián por Mérida, Santa Elena de Arenales, Acarigua,
La Colonia Tovar, Michelena y Caracas.
Por ser el menor de la familia era llamado
por sus padres con el diminutivo de “Pedrito”; madre e hijo compartieron
momentos entrañables hasta el fallecimiento de doña Atanasia, cuando Pedro
decide radicar definitivamente con su señora Eva Castillo e hijos en el sector
Las Delicias, en medio de las casas de Luis Castillo y Nabor Salas. Acompañó
sin recelos a su madre a pagar promesa al Niño Jesús de La Cuchilla, en Zea, en
varias oportunidades.
Pedro Julián estudió en la escuelita de La
Playa hasta el sexto grado de educación básica, tiempo suficiente que le
encaminó en el mundo de los autodidactas y la lectura aplicada. En su niñez era
común verlo al lado de su madre, acompañándola a llevar las vacas desde su casa
materna hasta La Loma, esta interacción natural con el campo y los animales le
llevó a tener varios amigos entrañables en sus vacas: “Mariposa”, “La
Corroncha” y “Cara e´queso”, y en su caballo “El Negro”. Pero no solo fue amigo
de los animales, a quienes respetaba y nunca maltrató, sino que también forjó
buenas amistades con sus vecinos y familiares, de los que se hará mención más
adelante.
Eva, su amor y la mujer que le dio sus tres
únicos hijos, recordó en una ocasión cómo se conoció con Pedro, y es que en
alguna calle de Las Delicias, no muy lejos de la Plaza Bolívar, una pareja se
encontraba discutiendo acaloradamente, cuando uno de los dos decidió romper por
mitad un billete para dar por concluida la pugna, ambas partes del billete
volaron por los aires, y minutos después, una mitad la consiguió Eva, y la otra
Pedro, motivo suficiente para seguir conversaciones que llevaron al
enamoramiento y luego a vivir como esposos, aunque nunca se casaron.
Aficionado por las armas, contó con varios
revólveres, pistolas y escopetas. Años después de su muerte, fueron encontradas
una cantidad importante de balas, escondidas en uno de los bloques del baño
principal de la casa que habitó junto a su familia.
Fue durante varios años el guachimán de una
empresa picadora de piedras en el sector Las Delicias, ubicábase dicha empresa
en lo que hoy en día es “La Castellanía”, una casa en la vía hacia La Loma;
esta empresa le obsequió toda su maquinaria, la misma que fue vendida
paulatinamente para costear gastos familiares. Pedro también fue agricultor,
sembrando en terrenos de su familia en Las Delicias y en La Vega, en La Playa,
maíz y batatas, dedicándose por períodos al corte de caña de azúcar, actividad
característica de la juventud de su época, es decir, en la segunda mitad del
siglo XX.
Amigos tuvo muchísimos, pero su familia puede
recordar a un puñado selecto, dentro de los que se encuentran: Nabor Salas (+),
Gildardo Salas amigo y compadre, Horacio Araque “Coco Negro” (+), Rafael Molina
(+), sus primos Alfredo y Manuel Barillas (+), Antonio “Mauro” Escalante (+) y
Gilberto García, con quienes no se cansaba de compartir y conversar largas
jornadas, acompañadas por amargos tragos de aguardiente playero o café. Con
ellos también cantaba música venezolana, o compartía sus últimas lecturas de
libros afines a la Revolución Cubana y el socialismo y comunismo, de cuya
ideología política siempre fue partidario, pues se cultivó escuchando Radio La
Habana, soñando con algún día conocer Cuba, teniendo por verdaderos ídolos al
Che Guevara y a Fidel Castro.
En una de esas reuniones con amistades,
animoso por el compartir de tragos, bajo la dirección fonográfica de Nabor
Salas, quien prestaba el aparato de grabación, pronunció magistralmente una
recitación suya de la famosa “Leyenda del horcón”, único registro de su dilecta
voz que guarda la familia como un tesoro invaluable. Fue conocido como buen
recitador de poesías y poemas.
Alí Primera era su cantante favorito, pues
encontraba lógica a su canción protesta; cuando este vino a un concierto a
Tovar, Pedro bajó a conocerlo. En el género romántico escuchaba a Julio
Jaramillo. Con Francisco “Pacho” Mora, escondió en su casa materna a un
guerrillero fugitivo, aportándole alimento y protección para que siguiera su
rumbo.
Con Eva Angelina Castillo, hija de Tomasa
Rafaela Castillo, tuvo tres hijos, Clara Tahis (1968), Atanacia (1969) y
Vladimir (1971). A sus hijos Pedro les enseñó a manipular las armas de fuego,
limpiarlas, abrirlas, montar municiones y disparar, todo esto en el único
escenario disponible, la “Quebrada Arriba” o “La Arenosa” en la parte alta de
Las Delicias, acompañado en oportunidades por su hermano Saúl y su amigo Mauro
Escalante.
Aunque respetuoso de los sacerdotes de La
Playa, nunca profesó la fe católica a cabalidad, más bien si frecuentó durante
algún tiempo la iglesia Evangélica que existió en la entrada del sector San
Vicente, a ella acudía con sus hijos y señora. Criaba cerdos y gallinas, y por
las fiestas navideñas, compartía un buen pedazo de carne con sus vecinos del
frente, los párrocos de la Parroquia San Vicente Ferrer de La Playa. El templo
parroquial lo visitaba en entierros de familiares o amigos.
La presencia varonil de Pedro era por todos
admirada y reconocida. Se forjó como hombre culto, pudoroso, siempre
correctamente vestido, de camisa manga larga y pantalón planchado, ajeno a
fiestas, pensando en el qué dirán, cuidando su reputación y la de los suyos,
enemigo de los problemas y chismes. Amó y se desgastó con pasión por sus
sobrinos, a quienes apoyó monetariamente y moralmente a seguir adelante con
estudios y propósitos elevados en la vida., a ellos nunca les faltó útiles
escolares, ropa y zapatos para el año escolar y estrenos decembrinos. Solo una sobrina le hizo doler el corazón
bondadoso, Ada Arminda Barillas Peña, quien entregada a los vicios y las drogas
le hizo gastar inútilmente en internados y tratamientos, ropa y manutención.
Viajaba con frecuencia a Caracas a visitar a sus sobrinos, de regreso traía
wiski y armas a La Playa, y en una oportunidad, por los quince años de su hija
Tahis, la aprovechó de portadora de una pistola que debió embalar con trapos en
su abdomen, burlando la seguridad de los distintos puntos de control por el
camino.
Tuvo dos vehículos, un Jeep rojo y uno azul,
en los cuales hizo favores indistintamente de quien lo ocupara, llevando a un
enfermo a Tovar o Bailadores y a personas conocidas para acercarlas a sus
destinos, resaltando su espíritu de servicio. Planificaba giras donde visitaba
a todos sus hermanos, pasando por Mérida, Acarigua, San Felipe y Caracas, para
finalmente retornar a La Playa.
A Guarapao en la entrada del Páramo de Mariño
acudía con regularidad para encontrarse con su buen amigo el tecnólogo popular
don Luis Zambrano, con el que intercambiaba armas de fuego y puñales, y
aprovechaban para conversar de técnicas innovadoras y la Revista “Mecánica
Popular” que ambos se intercambiaban.
Aunque sabía bailar, no fue muy bailarín,
sino más bien buen conversador. Su comida preferida era el pescado frito y en
leche con papas.
Murió a causa de un infarto intestinal el 16
de marzo de 1992, padeció por muy corto tiempo el cáncer de colon en el
Hospital Universitario de Los Andes en la ciudad de Mérida, con tan solo cincuenta
y un años de edad, dejando consternados a sus hermanos, amigos y al gentilicio
playense. Había sido portador de la enfermedad de Chagas, los doctores
diagnosticaron el corazón recrecido. Antes de morir pudo compartir un par de
años con los dos nietos que conoció, Juan José Velásquez Barillas y Reyna Tahis
García Barillas.
Tahis, su hija mayor, quiso perpetuar en la
familia la memoria de su padre nombrando al último de sus hijos Pedro Andrés.
P.A
García