domingo, 21 de julio de 2019

Examen parcial de Literatura Paulina


PABLO, APÓSTOL POR VOCACIÓN

Evaluación presentada para la Cátedra Literatura Paulina, del Pbro. Cándido Custodio Contreras Ochoa, el 21 de febrero de 2019, en el Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida.

         ¿Qué novedad encontraste en la Teología Paulina, en el breve acercamiento que hicimos a la hipotética catequesis primitiva?

         En este estudio de la primera carta a los Tesalonicenses encontré el génesis de lo que en la actualidad creemos en la fe católica, y que aquella primera comunidad cristiana se dirigía a Jesús como el “Cristo”, el “Hijo de Dios” y como el “Señor”, lo que, a mi parecer, es bastante prodigioso, pues es ya una confesión avanzada en la Revelación de Dios. Si Pablo lo escribe no es cosa suya solamente, es fruto de la predicación del Evangelio, y es así como esa comunidad puede entender y acoger con alegría la carta paulina.

         Como se vio en el estudio, se presenta muy elaborada esta carta primera a los Tesalonicenses, sin olvidar que los escritos paulinos son, esencialmente, circunstanciales. Hay que tener en cuenta que Pablo, como Apóstol de Jesucristo, no dudó en aprovechar su epistolario para seguir catequizando a sus hermanos en la fe.

         ¿Tiene algo que decirle hoy al creyente católico la expresión: “Jesucristo, el Señor”?

         Si para aquella comunidad primitiva llamar a un hombre “Dios” era, en principio, un poco escandaloso, para nosotros en la actualidad también debe serlo, ya que es bastante atrevido elevar a la dignidad divina a un ser humano que vivió entre los suyos. Pero en esto hay algo característico, y es que “Señor”, según el griego de los Setenta, es la traducción normal del inefable nombre de Yahveh, es por eso que resulta difícil, sobre todo para los no creyentes, llamar a Cristo “el Señor”, ahora bien, para el catolicismo en la actualidad, al igual que en épocas pasadas, decir que Jesús es el Señor, tiene en sí la misma fuerza gramatical que ya he precisado, pues es confesar la divinidad de Jesús.
        
         Del trabajo que hiciste sobre la carta deuterocanónica: ¿qué considerar fundamental para poner en práctica en la vida de tu Seminario?

         Como se puede precisar en la Carta a los Efesios, san Pablo quiere hacerles una invitación a que vivan de manera digna la vocación cristiana, que sea fundamentada en la unidad interior por la fe, la esperanza y la caridad. Al igual que la comunidad de Éfeso, el Seminario es una comunidad que se ve afectada por un sinfín de propuestas pseudoreligiosas, las cuales se convierten en obstáculos para el correcto seguimiento de Cristo. Pablo ayuda a esclarecer que los cristianos tenemos una mejor esperanza, la de ser elegidos por Dios para una vida incorruptible, por eso el Apóstol apunta: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”  (1, 3-4).

         El Seminario es una comunidad de cristianos, y por ende es una comunidad de elegidos, lo que nos hace falta es escuchar a Pablo para recordar que nuestra elección es para nuestra mayor fidelidad en la tierra  y así ser incluidos en la felicidad del cielo. Con Pablo, los seminaristas recordamos que somos elegidos, y no sólo eso, que tenemos que vivir como elegidos, por eso las virtudes que deben reinar en nuestra comunidad deben ser la fe, la esperanza y la caridad.

“Ubi caritas et amor Deus ibi est”

P.A
García

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