Religiosidad Popular
La Paradura del Niño
Jesús
Introducción: En los tiempos
litúrgicos de Adviento y Navidad, Venezuela y gran parte del mundo se cubren de
fiestas y se adornan con un ambiente de alegría, se reúnen familiares y amigos,
es tiempo de festejos, reencuentros; tiempo para acercarse más a Dios sintiendo
la calidez y felicidad de los semejantes. En todo el país se celebra el
nacimiento del Niño Dios, además de un sinfín de tradiciones que se despliegan
en todo el territorio nacional. Desde mediados de octubre se deja sentir el
ambiente navideño; la música tradicional de la época se oye en las diversas
emisoras, los negocios se engalanan con detalles navideños para ofrecer sus
mejores productos.
Comienza la alegría, el venezolano
disfruta esta época intensamente, entre música, reuniones, brindis y deliciosa gastronomía
navideña. La identidad cultural se siente con fuerza y la llegada del Niño
Jesús penetra en cada corazón de los venezolanos y extranjeros que llegan al
país para disfrutar de las navidades. Coexisten diferentes expresiones
culturales, gastronómicas, musicales y tradicionales que identifican la
natividad en cada rincón de Venezuela; estas festividades encierran
innumerables reuniones con amigos, compañeros de trabajo, organizaciones
públicas y privadas, que hacen de estas fechas algo especial.
Son muchas las expresiones que suelen
manifestarse en diciembre y en algunas zonas del país se extienden los festejos
hasta febrero, como es el caso de los estados andinos. Los ánimos de la
feligresía en épocas decembrinas no terminan con la Nochebuena, es decir, con
la Solemnidad de la Natividad del Señor, ni con la Fiesta de los Reyes Magos,
es decir, la Epifanía del Señor, va mucho más allá, es por eso que,
profundizando en el misterio de la Encarnación, la religiosidad popular de los
venezolanos les ha llevado a crear fiestas populares que hunden sus raíces en
la fe católica. Una de estas fiestas es la famosa Paradura del Niño Jesús. A
continuación se conocerá su historia, sus connotaciones teológicas y
lobregueces, a modo de reflexión para la Cátedra Religiosidad Popular de este
Seminario.
La
Paradura del Niño Jesús: también llamada Robo y búsqueda del Niño por la variante de
esta tradición realizada en algunos pueblos de los Andes en Venezuela, es una
celebración católica en la que una representación del Niño Jesús ya puede
pararse, (ponerse de pie). Esta se celebra en toda la región andina de
Venezuela desde el 1 de enero hasta el 2 de febrero de cada año. Esta fiesta
tiene mayor importancia en las ciudades de Tovar y Mérida, así como en los
pueblos del páramo de los estados Mérida y Táchira y en la localidad de Boconó,
Trujillo. También es practicada en ciertas zonas del Estado Barinas, como en
Barinitas.
La Paradura, como es llamada
normalmente, es una tradición popular muchas veces compartida en comunidad o en
familia, en la cual el Niño Jesús es levantado del pesebre y se reza un rosario
en su nombre, que tradicionalmente marca el fin de la Navidad en el hogar donde
es realizada. Las Paraduras más tradicionales son las llamadas Paraduras
cantadas donde el acto se extiende con cantos y versos entonados por grupos
musicales y se da un pequeño paseo al Niño en el área alrededor del hogar donde
se está realizando, además, al final del evento, los anfitriones reparten
bizcochuelo y vino a los presentes.
Esta tradición, que es motivada por una
promesa ofrecida al Niño Jesús o por simple adoración “veneración” a la figura
del Santo Niño, involucra un ritual que consiste en “parar” al Niño del pesebre
y trasladarlo en recorrido, con la participación de una o más parejas de
padrinos, un rezandero, músicos, cantores, devotos e invitados en general.
El desarrollo del ritual conlleva
tradicionalmente diversos actos ceremoniales, como son el paseo, beso,
adoración y paradura del Niño. En todos ellos la música juega un papel de
primer orden. Los cantos, generalmente entonados a dos voces, son acompañados
con instrumentos de cuerda como el violín, el cuatro y la guitarra. Entre los
cantos se estila el de coplas, romances y décimas para los momentos místicos, y
el de aguinaldos y parrandas para el paseo y momentos de regocijo.
Actualmente la celebración de Paraduras
de Niño ha trascendido el ámbito andino, y se ha propagado por distintas
ciudades del país. Esto motivado en parte, al apego que han mantenido los
andinos por esta tradición en las localidades donde se han visto en la
necesidad de migrar, como por la amplia aceptación que se ha granjeado esta
manifestación entre el gentilicio de otras regiones.
El día de la celebración los
concurrentes se agrupan frente al pesebre en la casa de algún devoto, donde un
grupo de músicos, cantantes y rezanderos conducen la celebración. Con
antelación, los dueños de la casa designan a una o hasta cuatro parejas de
padrinos del Niño, quienes dan inicio a la festividad repartiendo las velas que
se llevarán encendidas durante la procesión. Los cantores dirigen la Paradura
entonando coplas alusivas a la ceremonia. Los padrinos se dirigen al pesebre y
toman la imagen colocándola sobre un pañuelo de seda. Cada uno de ellos toma
una punta del pañuelo y se inicia entonces la procesión o Paseo del Niño
alrededor de la vivienda o por el patio de la misma.
En el estado Trujillo, este ritual se
conoce como Serenada del Niño, y los creyentes participan en él con rezos y
coplas alusivas al acto. Este paseo tiene como objetivo lograr que el recién
nacido bendiga y proteja el bienestar familiar y asegure la prosperidad de las
tierras en los campos. Al terminar el paseo, la procesión regresa al pesebre
frente al cual se realiza el Beso del Niño, acto en el cual los presentes se
arrodillan para besar la figura de Jesús. Seguidamente el dueño de la casa hace
la Parada o Paradura, colocando de pie la imagen del Niño en medio de las de
San José y la Virgen. Después de parar la imagen en medio de cantos que celebran
el acto, se entonan versos pidiendo a Dios por la salud, protección y fortuna
de los presentes durante el nuevo año. Para finalizar se hace un brindis, en el
cual tradicionalmente se ofrece bizcochuelo o mantecada, vino y miche. Después
el rezandero conduce el rosario o jaculatorias, al final del cual se cantan
romances y décimas.
Precisar datos históricos de la
Paradura, hasta los momentos, ha sido imposible, solamente se puede especular
que tenga su origen en la época colonial, cuando todavía estaba presente la
cultura y religiosidad de los españoles, quienes con su particular manera de
cantar y de vivir la fe, impregnaron las tradiciones de la religiosidad
venezolana.
Es fácil reconocer cómo en los páramos
merideños, en la Paradura del Niño Jesús, se realizan cantos con tonalidades
españolas, que a su vez son la herencia de la invasión musulmana a esta
península. Todas estas características culturales tienen como conclusión el
claro reconocimiento de que la Paradura es en sí, una herencia de los colonizadores,
enriquecida, por supuesto, con lo autóctono de estas regiones andinas, ejemplo
de ello la gastronomía antes mencionada.
Posibles
connotaciones teológicas: es necesario dar inicio a este apartado precisando que las
fiestas de la religiosidad popular en el catolicismo son bien recibidas cuando
tienen su origen en la celebración de los misterios del Señor, y no es la
excepción la Paradura del Niño Jesús. En efecto, en esta fiesta se medita el
misterio de la Encarnación de la segunda Persona de la Santísima Trinidad, que
pasado ya un tiempo desde su nacimiento en el pesebre de Belén, está ya listo
para ponerse de pie y empezar el anuncio del Reino de Dios y la llamada a la
conversión. Como más arriba se presentó, en la Paradura del Niño Jesús se suele
rezar el Santo Rosario, pues bien, son los misterios gozosos los que se meditan
en la Paradura, pues contienen en sí el motivo más grande de festejo para los
cristianos, como lo es la Encarnación.
Impresiona la devoción con la que los
antepasados han vivido la fe en el Señor Jesús. Si bien es cierto que la
realidad de la Encarnación es motivo para festejar, es preciso reconocer que en
Venezuela hay una forma muy particular de celebrar tal acontecimiento. No se
trata solo de la manifestación y expresión de arte, música, elementos
decorativos, sino que en esta hay una gran riqueza evangélica.
La elaboración del Pesebre y la
Paradura del Niño permiten unir corazones en torno al Niño Jesús. Se trata de
una expresión de fraternidad y organización que, en ocasiones, supera cualquier
adversidad que se presente para la buena ejecución de la ceremonia. Las velas y
los adornos denotan la confianza en que el Niño borra las tinieblas de los
pecados y concede la alegría de la salvación.
En la vivencia de la Encarnación del Verbo se diviniza la persona humana,
imagen y semejanza de Dios.
Parece curioso que en los cantos
alusivos a esta festividad hayan estrofas en las que se ruegue al Niño
chiquitico, Niño parrandero, que se quede con los fieles hasta el mes de enero,
como si al pararse dejara solos a quienes le hicieron un espacio en sus hogares
y en sus corazones. Todo ello no es más que el sentir de un pueblo, la
reafirmación de la presencia sempiterna de su Dios humanado.
Desde una perspectiva teológica
aplicada a la piedad popular, se puede evidenciar en esta tradición, el deseo
de la feligresía de festejar al Emmanuel, a ese Dios-con-nosotros, que ha
nacido para dar la salvación al mundo entero. En la Paradura del Niño Jesús se
conjugan una serie de elementos del cristianismo como el compartir y el estar
alegres porque Dios ha estado grande con ellos.
Por su parte, en los mismos versos de
la Paradura del Niño Jesús, se encuentran bien compendiados los motivos
teológicos por los que se lleva a cabo esta popular tradición, a saber:
Versos del Niño Jesús.
Dulce
Jesús mío, Mi niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto (el sentido del
Adviento quiere ser completado con esta festividad popular). Alabar a Dios en primer lugar y después al
Niño que está en el altar (se hace así la distinción de las Personas de la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo). Al portal nos vamos con gran alegría, a visitar al Niño, el hijo de
María (se pone de manifiesto la maternidad de María). Al portal nos vamos con gran devoción a visitar al Niño nuestra
redención (desde la soteriología se tiene aquí un fuerte enunciado que
asevera en Cristo al Redentor del Mundo). Alabo
el misterio de La Trinidad, que son tres personas y un Dios de verdad (aquí
se hace la unión de las Personas de la Trinidad, así como también un acto de fe
necesario).
Alabo
el misterio de la Encarnación, que son tres personas y un Dios el perdón (evidentemente se
hace mención de la Encarnación, así como el don de Dios y su misericordia). La madrina tiene a los pies del Niño, el
padrino tiene su rostro de vino (aquí se trata de justificar la
pecaminosidad de la humanidad, en un sentido un tanto anticuado, pues la
madrina, por ser mujer, va a los pies del Niño, mientras que el padrino, por
ser hombre ve directamente el rostro de Jesús). Que dicha tan grande la de los padrinos, tener en sus manos al Divino
Niño (haciendo un esfuerzo por comprender el misterio del Dios encarnado se
resalta aquí la dicha de los hombres de tener a Dios). Levanten padrinos, vamos para afuera a pasear al Niño Dios de cielo y
tierra (con el paseo del Niño se hace referencia a su categoría de Creador,
Dueño y Señor de todas las cosas).
Al
salir afuera brillan las estrellas y el Niño Jesús se alumbra con ellas (toda la creación, por
ser obra de Dios, está puesta a su servicio). Pasito a pasito que ya viene el día y en el medio viene la Virgen María
(puede parecer apresurado, pero la feligresía ya ve en ese Niño al hombre que
crucificarán, sin embargo, hay una que está presente para consolar: la
Santísima Virgen María). Vean a Jesús
como va sonriendo y sus dos padrinos que hoy le están sirviendo (el mensaje
de Jesús, que fue el del amor y el servicio desinteresado, ahora se ve cumplido
con la disposición de los que lo llevan en el paño). Enciendan las velas para
que haya luz. Para ir al pesebre a ver a Jesús (aunque ese Niño es la luz
del mundo, en su pequeñez y fragilidad hace falta que se enciendan las luces de
la fe para poder verle y reconocerle).
El
niño Jesús en el portal nació y por enseñarnos la vela encendió (aunque
tradicionalmente en esta estrofa se hace sencillamente la invitación a encender
la vela, hace también alusión a la claridad de la vida de Jesús que es
realmente la luz del mundo). Hínquense
padrinos, hínquense en el suelo que están adorando al rey de los cielos (el
hombre no puede más que arrodillarse ante este Niño, para adorarle y recibir de
él la bendición). Las nubes azules cantan
estribillos, abrasen los cielos descubran al niño (aquí ya se puede ver el
deseo de todos por ver al Niño en su portal, bendiciendo y sonriente). Cuando
cantan Glorias viene contemplado música del cielo, váyanlo bajando
(continúa así el descenso del Niño de lugar de adoración a la tierra, a la
humanidad, es decir, al Pesebre elaborado).
Amados padrinos vamos para adentro a llevar
al Niño a su nacimiento (el pueblo es consciente de que Aquel que se hizo
Hombre por los hombres tiene que tener su espacio, para que cumpla su misión). Vean a Jesús como va llegando y sus dos
padrinos lo van alumbrando (como anteriormente se mencionó, todos los
cristianos saben que así como lo llevan entre luces, lo llevarán entre látigos
y maltratos, sin embargo, lo que para la Paradura es una compañía gozosa, para
el Calvario será una compañía vergonzosa). Ha
llegado el Niño al pie del portal y sus dos padrinos lo van a parar (Dios
que se hace Hombre se vale de los mismos hombres para cumplir su misión, aquí
tiene que ser ayudado por sus padrinos a pararse, como de seguro lo ayudó Simón
de Cirene a cargar la cruz). Hínquense
padrinos al pie del portal que es el Niño Dios que hoy van a parar (nuevamente
la reverencia y adoración por parte de los presentes denota la fe de aquella
comunidad reunida).
Besen
a Jesús, váyanlo besando, besen ya sus pies besen ya sus manos (el beso que todos le
dan es símbolo también del beso de la traición de Judas, pues así como entra
Jesús triunfante a Jerusalén y después es crucificado, así mismo los fieles
creen que ese a quien besan los salvará de la muerte). San José y la Virgen se están admirando de ver que a su Niño hoy lo
están besando (la presunta admiración de los padres de Jesús quiere
significar la posible incomprensión de los hombres del misterio de la
Encarnación, es preciso recordar el momento de la presentación del Señor en el
Templo, cuando el anciano Simeón le profetizó a María que su hijo Jesús sería
signo de contradicción).
Finalmente hay que hacer mención que en
los casos en que no se reza el Santo Rosario en las Paraduras, éste se omite
por las siguientes jaculatorias: Mi Niño
bendito, mi Niño adorado, en Belén nacido y el Templo hallado. Alabado sea el
Santísimo Sacramento del Altar, y la Virgen concebida sin pecado original,
entre otras variantes.
Lobregueces
de esta piedad: Parece fácil identificar unas posibles lobregueces o sombras
en esta piedad popular de la Paradura del Niño Jesús, pues donde se mezcla lo
autóctono de las regiones con la vivencia de la fe, se es propenso a mal
utilizar el folklore o tradiciones en ese esfuerzo descomunal por cristianizarlo
todo.
En este sentido, el propósito de
cristianizarlo todo, lleva a la fe a su más mezquina expresión, pues nunca se
ha de conseguir lo más apropiado para representar a Dios, por la misma
inclinación al pecado que está en el hombre. De allí que se puedan considerar
objetivamente algunas penas sobre la Paradura del Niño.
Si en un principio se habló del
compartir y fraternidad cristiana de esta fiesta religiosa popular, se tiene
también que esta característica en exceso pasa de lo moderado a lo exagerado,
de allí que se caiga en la gula e incluso en darle más importancia a la comida
o brindis por dar a los invitados que el mismo rezo del Santo Rosario y la
meditación asidua de sus misterios.
Lo que sucede con la comida del
compartir sucede también descaradamente con el licor. Anteriormente se ha hecho
mención que el vino y el miche participan activamente de las celebraciones de
las Paraduras, sobre todo en los pueblos andinos de gran altura, pues el mismo
sirve como controlador de la temperatura corporal. De allí que se llegue a
tener por norma que se dé licor a los músicos para que éstos puedan desempeñar
mejor su oficio. De igual manera, sucede con los invitados, que al exagerar la
bebida de licor, traspolan el sentido religioso de la Paradura a un sentido más
mundano y descontrolado.
En ocasiones, en sectores vecinos y
entre familias se crea una competición por la realización de la Paradura, y es
así como se tienen aquellos grandes festejos y comelonas en los que incluso se
llega al baile. La competitividad en esta área no es recomendable, pues se
compite por el primer puesto entre los hombres, no para agradar más a Dios.
Con la parte económica se evidencia que
el gasto que trae la realización de una Paradura, por los agregados aperitivos,
es en ocasiones innecesario, pues se presta más atención en satisfacer las
necesidades alimentarias de los invitados que reconocer en la pequeña imagen
del Niño Dios el misterio tan grande de su amor por la humanidad, ya que, Jesús
antes de entregarse en la cruz se entregó en el pesebre.
Finalmente el tema de la superstición
es muy común con la Paradura. Hay personas que piensan que levantar el pesebre
sin antes hacer la Paradura del Niños es de “mala suerte” y esto puede provocar
un “castigo divino”. Sucede esto mayoritariamente con las familias que hacen
promesas al Niño Jesús y que por diversas situaciones no pueden después hacer
la fiesta religiosa. En todo caso, hay familias que deciden hacer el rezo del
Santo Rosario y sencillamente parar el Niño, de estas paraduras, jocosamente se
dice que fueron “dolorosas” y no “gozosas”, pues no hubo compartir ni brindis
que apaciguara el hambre de los vecinos.
Conclusiones:
Para
Benedicto XVI, la piedad popular debe ser valorada como parte integrante del
proyecto de la nueva evangelización para Latinoamérica, de igual manera piensa
que el encuentro con la Palabra de Dios y la participación en las actividades
de la Iglesia iluminan la mente y corazón de los fieles, haciéndoles sentir
parte integrante y viva de la comunidad católica, siendo necesario,
naturalmente, vigilar para que en las celebraciones y manifestaciones
litúrgicas no entren elementos extraños.
En los ambientes parroquiales e
institucionales se acostumbra a realizar la Paradura, es por eso que, esta
piedad popular sirve como canal de acción de gracias de estas instituciones para con Dios, pues en la
organización de la Paradura, se demuestra al público la bonanza o complejidad
económica por la que se está pasando, sin embargo, las Paraduras en este
ambiente son el mejor momento para propiciar un verdadero trabajo en equipo, de
ahí se ve cómo un párroco organiza detalladamente la Paradura de su parroquia,
haciendo de esta un encuentro agradable entre sus fieles.
Tradiciones como la Paradura del Niño
Jesús serán siempre bien recibidas y aceptadas por el catolicismo, advirtiendo
siempre, la no alteración del verdadero sentido religioso que encierra la
misma. Jesús ha nacido y hay que festejarlo, y el cristianismo bien lo sabe
hacer.
P.A
García
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