domingo, 21 de julio de 2019

La Paradura del Niño Jesús, Teología y Religiosidad Popular

Religiosidad Popular
La Paradura del Niño Jesús

Introducción: En los tiempos litúrgicos de Adviento y Navidad, Venezuela y gran parte del mundo se cubren de fiestas y se adornan con un ambiente de alegría, se reúnen familiares y amigos, es tiempo de festejos, reencuentros; tiempo para acercarse más a Dios sintiendo la calidez y felicidad de los semejantes. En todo el país se celebra el nacimiento del Niño Dios, además de un sinfín de tradiciones que se despliegan en todo el territorio nacional. Desde mediados de octubre se deja sentir el ambiente navideño; la música tradicional de la época se oye en las diversas emisoras, los negocios se engalanan con detalles navideños para ofrecer sus mejores productos.
Comienza la alegría, el venezolano disfruta esta época intensamente, entre música, reuniones, brindis y deliciosa gastronomía navideña. La identidad cultural se siente con fuerza y la llegada del Niño Jesús penetra en cada corazón de los venezolanos y extranjeros que llegan al país para disfrutar de las navidades. Coexisten diferentes expresiones culturales, gastronómicas, musicales y tradicionales que identifican la natividad en cada rincón de Venezuela; estas festividades encierran innumerables reuniones con amigos, compañeros de trabajo, organizaciones públicas y privadas, que hacen de estas fechas algo especial.
Son muchas las expresiones que suelen manifestarse en diciembre y en algunas zonas del país se extienden los festejos hasta febrero, como es el caso de los estados andinos. Los ánimos de la feligresía en épocas decembrinas no terminan con la Nochebuena, es decir, con la Solemnidad de la Natividad del Señor, ni con la Fiesta de los Reyes Magos, es decir, la Epifanía del Señor, va mucho más allá, es por eso que, profundizando en el misterio de la Encarnación, la religiosidad popular de los venezolanos les ha llevado a crear fiestas populares que hunden sus raíces en la fe católica. Una de estas fiestas es la famosa Paradura del Niño Jesús. A continuación se conocerá su historia, sus connotaciones teológicas y lobregueces, a modo de reflexión para la Cátedra Religiosidad Popular de este Seminario.

La Paradura del Niño Jesús: también llamada Robo y búsqueda del Niño por la variante de esta tradición realizada en algunos pueblos de los Andes en Venezuela, es una celebración católica en la que una representación del Niño Jesús ya puede pararse, (ponerse de pie). Esta se celebra en toda la región andina de Venezuela desde el 1 de enero hasta el 2 de febrero de cada año. Esta fiesta tiene mayor importancia en las ciudades de Tovar y Mérida, así como en los pueblos del páramo de los estados Mérida y Táchira y en la localidad de Boconó, Trujillo. También es practicada en ciertas zonas del Estado Barinas, como en Barinitas.
La Paradura, como es llamada normalmente, es una tradición popular muchas veces compartida en comunidad o en familia, en la cual el Niño Jesús es levantado del pesebre y se reza un rosario en su nombre, que tradicionalmente marca el fin de la Navidad en el hogar donde es realizada. Las Paraduras más tradicionales son las llamadas Paraduras cantadas donde el acto se extiende con cantos y versos entonados por grupos musicales y se da un pequeño paseo al Niño en el área alrededor del hogar donde se está realizando, además, al final del evento, los anfitriones reparten bizcochuelo y vino a los presentes.
Esta tradición, que es motivada por una promesa ofrecida al Niño Jesús o por simple adoración “veneración” a la figura del Santo Niño, involucra un ritual que consiste en “parar” al Niño del pesebre y trasladarlo en recorrido, con la participación de una o más parejas de padrinos, un rezandero, músicos, cantores, devotos e invitados en general.
El desarrollo del ritual conlleva tradicionalmente diversos actos ceremoniales, como son el paseo, beso, adoración y paradura del Niño. En todos ellos la música juega un papel de primer orden. Los cantos, generalmente entonados a dos voces, son acompañados con instrumentos de cuerda como el violín, el cuatro y la guitarra. Entre los cantos se estila el de coplas, romances y décimas para los momentos místicos, y el de aguinaldos y parrandas para el paseo y momentos de regocijo.
Actualmente la celebración de Paraduras de Niño ha trascendido el ámbito andino, y se ha propagado por distintas ciudades del país. Esto motivado en parte, al apego que han mantenido los andinos por esta tradición en las localidades donde se han visto en la necesidad de migrar, como por la amplia aceptación que se ha granjeado esta manifestación entre el gentilicio de otras regiones.
El día de la celebración los concurrentes se agrupan frente al pesebre en la casa de algún devoto, donde un grupo de músicos, cantantes y rezanderos conducen la celebración. Con antelación, los dueños de la casa designan a una o hasta cuatro parejas de padrinos del Niño, quienes dan inicio a la festividad repartiendo las velas que se llevarán encendidas durante la procesión. Los cantores dirigen la Paradura entonando coplas alusivas a la ceremonia. Los padrinos se dirigen al pesebre y toman la imagen colocándola sobre un pañuelo de seda. Cada uno de ellos toma una punta del pañuelo y se inicia entonces la procesión o Paseo del Niño alrededor de la vivienda o por el patio de la misma.
En el estado Trujillo, este ritual se conoce como Serenada del Niño, y los creyentes participan en él con rezos y coplas alusivas al acto. Este paseo tiene como objetivo lograr que el recién nacido bendiga y proteja el bienestar familiar y asegure la prosperidad de las tierras en los campos. Al terminar el paseo, la procesión regresa al pesebre frente al cual se realiza el Beso del Niño, acto en el cual los presentes se arrodillan para besar la figura de Jesús. Seguidamente el dueño de la casa hace la Parada o Paradura, colocando de pie la imagen del Niño en medio de las de San José y la Virgen. Después de parar la imagen en medio de cantos que celebran el acto, se entonan versos pidiendo a Dios por la salud, protección y fortuna de los presentes durante el nuevo año. Para finalizar se hace un brindis, en el cual tradicionalmente se ofrece bizcochuelo o mantecada, vino y miche. Después el rezandero conduce el rosario o jaculatorias, al final del cual se cantan romances y décimas.
Precisar datos históricos de la Paradura, hasta los momentos, ha sido imposible, solamente se puede especular que tenga su origen en la época colonial, cuando todavía estaba presente la cultura y religiosidad de los españoles, quienes con su particular manera de cantar y de vivir la fe, impregnaron las tradiciones de la religiosidad venezolana.
Es fácil reconocer cómo en los páramos merideños, en la Paradura del Niño Jesús, se realizan cantos con tonalidades españolas, que a su vez son la herencia de la invasión musulmana a esta península. Todas estas características culturales tienen como conclusión el claro reconocimiento de que la Paradura es en sí, una herencia de los colonizadores, enriquecida, por supuesto, con lo autóctono de estas regiones andinas, ejemplo de ello la gastronomía antes mencionada.

Posibles connotaciones teológicas: es necesario dar inicio a este apartado precisando que las fiestas de la religiosidad popular en el catolicismo son bien recibidas cuando tienen su origen en la celebración de los misterios del Señor, y no es la excepción la Paradura del Niño Jesús. En efecto, en esta fiesta se medita el misterio de la Encarnación de la segunda Persona de la Santísima Trinidad, que pasado ya un tiempo desde su nacimiento en el pesebre de Belén, está ya listo para ponerse de pie y empezar el anuncio del Reino de Dios y la llamada a la conversión. Como más arriba se presentó, en la Paradura del Niño Jesús se suele rezar el Santo Rosario, pues bien, son los misterios gozosos los que se meditan en la Paradura, pues contienen en sí el motivo más grande de festejo para los cristianos, como lo es la Encarnación.
Impresiona la devoción con la que los antepasados han vivido la fe en el Señor Jesús. Si bien es cierto que la realidad de la Encarnación es motivo para festejar, es preciso reconocer que en Venezuela hay una forma muy particular de celebrar tal acontecimiento. No se trata solo de la manifestación y expresión de arte, música, elementos decorativos, sino que en esta hay una gran riqueza evangélica.
La elaboración del Pesebre y la Paradura del Niño permiten unir corazones en torno al Niño Jesús. Se trata de una expresión de fraternidad y organización que, en ocasiones, supera cualquier adversidad que se presente para la buena ejecución de la ceremonia. Las velas y los adornos denotan la confianza en que el Niño borra las tinieblas de los pecados y  concede la alegría de la salvación. En la vivencia de la Encarnación del Verbo se diviniza la persona humana, imagen y semejanza de Dios.
Parece curioso que en los cantos alusivos a esta festividad hayan estrofas en las que se ruegue al Niño chiquitico, Niño parrandero, que se quede con los fieles hasta el mes de enero, como si al pararse dejara solos a quienes le hicieron un espacio en sus hogares y en sus corazones. Todo ello no es más que el sentir de un pueblo, la reafirmación de la presencia sempiterna de su Dios humanado.
Desde una perspectiva teológica aplicada a la piedad popular, se puede evidenciar en esta tradición, el deseo de la feligresía de festejar al Emmanuel, a ese Dios-con-nosotros, que ha nacido para dar la salvación al mundo entero. En la Paradura del Niño Jesús se conjugan una serie de elementos del cristianismo como el compartir y el estar alegres porque Dios ha estado grande con ellos.
Por su parte, en los mismos versos de la Paradura del Niño Jesús, se encuentran bien compendiados los motivos teológicos por los que se lleva a cabo esta popular tradición, a saber: 
Versos del Niño Jesús.
Dulce Jesús mío, Mi niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto (el sentido del Adviento quiere ser completado con esta festividad popular). Alabar a Dios en primer lugar y después al Niño que está en el altar (se hace así la distinción de las Personas de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo). Al portal nos vamos con gran alegría, a visitar al Niño, el hijo de María (se pone de manifiesto la maternidad de María). Al portal nos vamos con gran devoción a visitar al Niño nuestra redención (desde la soteriología se tiene aquí un fuerte enunciado que asevera en Cristo al Redentor del Mundo). Alabo el misterio de La Trinidad, que son tres personas y un Dios de verdad (aquí se hace la unión de las Personas de la Trinidad, así como también un acto de fe necesario).
Alabo el misterio de la Encarnación, que son tres personas y un Dios el perdón (evidentemente se hace mención de la Encarnación, así como el don de Dios y su misericordia). La madrina tiene a los pies del Niño, el padrino tiene su rostro de vino (aquí se trata de justificar la pecaminosidad de la humanidad, en un sentido un tanto anticuado, pues la madrina, por ser mujer, va a los pies del Niño, mientras que el padrino, por ser hombre ve directamente el rostro de Jesús). Que dicha tan grande la de los padrinos, tener en sus manos al Divino Niño (haciendo un esfuerzo por comprender el misterio del Dios encarnado se resalta aquí la dicha de los hombres de tener a Dios). Levanten padrinos, vamos para afuera a pasear al Niño Dios de cielo y tierra (con el paseo del Niño se hace referencia a su categoría de Creador, Dueño y Señor de todas las cosas).
Al salir afuera brillan las estrellas y el Niño Jesús se alumbra con ellas (toda la creación, por ser obra de Dios, está puesta a su servicio). Pasito a pasito que ya viene el día y en el medio viene la Virgen María (puede parecer apresurado, pero la feligresía ya ve en ese Niño al hombre que crucificarán, sin embargo, hay una que está presente para consolar: la Santísima Virgen María). Vean a Jesús como va sonriendo y sus dos padrinos que hoy le están sirviendo (el mensaje de Jesús, que fue el del amor y el servicio desinteresado, ahora se ve cumplido con la disposición de los que lo llevan en el paño). Enciendan las velas para que haya luz. Para ir al pesebre a ver a Jesús (aunque ese Niño es la luz del mundo, en su pequeñez y fragilidad hace falta que se enciendan las luces de la fe para poder verle y reconocerle).
El niño Jesús en el portal nació y por enseñarnos la vela encendió (aunque tradicionalmente en esta estrofa se hace sencillamente la invitación a encender la vela, hace también alusión a la claridad de la vida de Jesús que es realmente la luz del mundo). Hínquense padrinos, hínquense en el suelo que están adorando al rey de los cielos (el hombre no puede más que arrodillarse ante este Niño, para adorarle y recibir de él la bendición). Las nubes azules cantan estribillos, abrasen los cielos descubran al niño (aquí ya se puede ver el deseo de todos por ver al Niño en su portal, bendiciendo y sonriente). Cuando cantan Glorias viene contemplado música del cielo, váyanlo bajando (continúa así el descenso del Niño de lugar de adoración a la tierra, a la humanidad, es decir, al Pesebre elaborado).
 Amados padrinos vamos para adentro a llevar al Niño a su nacimiento (el pueblo es consciente de que Aquel que se hizo Hombre por los hombres tiene que tener su espacio, para que cumpla su misión). Vean a Jesús como va llegando y sus dos padrinos lo van alumbrando (como anteriormente se mencionó, todos los cristianos saben que así como lo llevan entre luces, lo llevarán entre látigos y maltratos, sin embargo, lo que para la Paradura es una compañía gozosa, para el Calvario será una compañía vergonzosa). Ha llegado el Niño al pie del portal y sus dos padrinos lo van a parar (Dios que se hace Hombre se vale de los mismos hombres para cumplir su misión, aquí tiene que ser ayudado por sus padrinos a pararse, como de seguro lo ayudó Simón de Cirene a cargar la cruz). Hínquense padrinos al pie del portal que es el Niño Dios que hoy van a parar (nuevamente la reverencia y adoración por parte de los presentes denota la fe de aquella comunidad reunida).
Besen a Jesús, váyanlo besando, besen ya sus pies besen ya sus manos (el beso que todos le dan es símbolo también del beso de la traición de Judas, pues así como entra Jesús triunfante a Jerusalén y después es crucificado, así mismo los fieles creen que ese a quien besan los salvará de la muerte). San José y la Virgen se están admirando de ver que a su Niño hoy lo están besando (la presunta admiración de los padres de Jesús quiere significar la posible incomprensión de los hombres del misterio de la Encarnación, es preciso recordar el momento de la presentación del Señor en el Templo, cuando el anciano Simeón le profetizó a María que su hijo Jesús sería signo de contradicción).
Finalmente hay que hacer mención que en los casos en que no se reza el Santo Rosario en las Paraduras, éste se omite por las siguientes jaculatorias: Mi Niño bendito, mi Niño adorado, en Belén nacido y el Templo hallado. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y la Virgen concebida sin pecado original, entre otras variantes.

Lobregueces de esta piedad: Parece fácil identificar unas posibles lobregueces o sombras en esta piedad popular de la Paradura del Niño Jesús, pues donde se mezcla lo autóctono de las regiones con la vivencia de la fe, se es propenso a mal utilizar el folklore o tradiciones en ese esfuerzo descomunal por cristianizarlo todo.
En este sentido, el propósito de cristianizarlo todo, lleva a la fe a su más mezquina expresión, pues nunca se ha de conseguir lo más apropiado para representar a Dios, por la misma inclinación al pecado que está en el hombre. De allí que se puedan considerar objetivamente algunas penas sobre la Paradura del Niño.
Si en un principio se habló del compartir y fraternidad cristiana de esta fiesta religiosa popular, se tiene también que esta característica en exceso pasa de lo moderado a lo exagerado, de allí que se caiga en la gula e incluso en darle más importancia a la comida o brindis por dar a los invitados que el mismo rezo del Santo Rosario y la meditación asidua de sus misterios.
Lo que sucede con la comida del compartir sucede también descaradamente con el licor. Anteriormente se ha hecho mención que el vino y el miche participan activamente de las celebraciones de las Paraduras, sobre todo en los pueblos andinos de gran altura, pues el mismo sirve como controlador de la temperatura corporal. De allí que se llegue a tener por norma que se dé licor a los músicos para que éstos puedan desempeñar mejor su oficio. De igual manera, sucede con los invitados, que al exagerar la bebida de licor, traspolan el sentido religioso de la Paradura a un sentido más mundano y descontrolado.
En ocasiones, en sectores vecinos y entre familias se crea una competición por la realización de la Paradura, y es así como se tienen aquellos grandes festejos y comelonas en los que incluso se llega al baile. La competitividad en esta área no es recomendable, pues se compite por el primer puesto entre los hombres, no para agradar más a Dios.
Con la parte económica se evidencia que el gasto que trae la realización de una Paradura, por los agregados aperitivos, es en ocasiones innecesario, pues se presta más atención en satisfacer las necesidades alimentarias de los invitados que reconocer en la pequeña imagen del Niño Dios el misterio tan grande de su amor por la humanidad, ya que, Jesús antes de entregarse en la cruz se entregó en el pesebre.
Finalmente el tema de la superstición es muy común con la Paradura. Hay personas que piensan que levantar el pesebre sin antes hacer la Paradura del Niños es de “mala suerte” y esto puede provocar un “castigo divino”. Sucede esto mayoritariamente con las familias que hacen promesas al Niño Jesús y que por diversas situaciones no pueden después hacer la fiesta religiosa. En todo caso, hay familias que deciden hacer el rezo del Santo Rosario y sencillamente parar el Niño, de estas paraduras, jocosamente se dice que fueron “dolorosas” y no “gozosas”, pues no hubo compartir ni brindis que apaciguara el hambre de los vecinos.

Conclusiones: Para Benedicto XVI, la piedad popular debe ser valorada como parte integrante del proyecto de la nueva evangelización para Latinoamérica, de igual manera piensa que el encuentro con la Palabra de Dios y la participación en las actividades de la Iglesia iluminan la mente y corazón de los fieles, haciéndoles sentir parte integrante y viva de la comunidad católica, siendo necesario, naturalmente, vigilar para que en las celebraciones y manifestaciones litúrgicas no entren elementos extraños.
En los ambientes parroquiales e institucionales se acostumbra a realizar la Paradura, es por eso que, esta piedad popular sirve como canal de acción de gracias de estas  instituciones para con Dios, pues en la organización de la Paradura, se demuestra al público la bonanza o complejidad económica por la que se está pasando, sin embargo, las Paraduras en este ambiente son el mejor momento para propiciar un verdadero trabajo en equipo, de ahí se ve cómo un párroco organiza detalladamente la Paradura de su parroquia, haciendo de esta un encuentro agradable entre sus fieles.
Tradiciones como la Paradura del Niño Jesús serán siempre bien recibidas y aceptadas por el catolicismo, advirtiendo siempre, la no alteración del verdadero sentido religioso que encierra la misma. Jesús ha nacido y hay que festejarlo, y el cristianismo bien lo sabe hacer.

P.A
García

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