miércoles, 3 de febrero de 2021

María es el Consuelo para los Migrantes

 SOLACIUM MIGRANTIUM

En junio de 2020 el Papa Francisco agregó tres nuevos títulos a la lista de las Letanías Lauretanas a la Santísima Virgen María: Mater misericordiae –Madre de la misericordia-, Mater spei –Madre de la esperanza- y Solacium Migrantum –Consuelo para los migrantes-. Ésta última letanía será meditada a continuación. Por solacium se pueden tener como sinónimos: alivio, consuelo o ayuda. María Santísima es el alivio, el consuelo y la ayuda para los migrantes. Ya veremos por qué, pero antes, permítanme un breve comentario afín al tema.

Encontrándome yo en el ejercicio de mi año de pastoral en la Diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia, un feligrés de la Rectoría que estaba bajo mi pastoreo seminarístico se me acercó para comunicarme una inquietud, esto sucedió justo después de rezar el Santo Rosario en el templo, frente al hermoso altar dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. La inquietud de aquella persona era de carácter devocional y teológico, pues me manifestó con sinceridad que no le agradaban las letanías, pues le parecían largas, aburridas y sin sentido. Con toda la paciencia del mundo y detenidamente le expliqué el sentido de las mismas y sin miramientos le dejé claro que nadie ama lo que no conoce, animándole a conocer mejor la piedad mariana. Al día siguiente, como confirmación de aquella conversación privada, el Papa Francisco, mediante la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, hacía pública la noticia de la adhesión de las tres nuevas letanías a María Santísima. Así de suave nos habla Dios, aunque aquello me pareció casi un grito divino.

Primero que todo agradezcamos al Santo Padre Francisco por este noble gesto de presentarnos a María como modelo a seguir y a acudir en la situación de migrantes. El mismo Papa es hijo de inmigrantes italianos residenciados en Argentina, y no le da pena decirlo, pues lo recordó en el discurso de su primera visita a la Casa Blanca en la capital de los Estados Unidos de América. Definitivamente, nuestro mundo es uno solo, y en este planeta cabemos todos. Las naciones históricamente están acostumbradas a recibir personas de otras procedencias, las mismas que a lo largo de los siglos han ayudado en el desarrollo de los países donde han llegado, basta solo con echar una mirada al pasado y nos convenceremos de que esto es así.

Consuelo para los migrantes -hermoso título mariano- encuentra su fundamento teológico en las Sagradas Escrituras, específicamente en el evangelio de Mateo, capítulo 2, versículos 13-21; donde se narra la huida de la Sagrada Familia a Egipto, para escapar de la persecución del rey Herodes, seguida de la matanza de los inocentes y culminando el relato con la vuelta de José, María y el niño Jesús a la tierra de Israel. Analicemos pausadamente este pasaje y veamos por qué María es el Consuelo para los migrantes.

El relato de la huida a Egipto está precedido por el relato de la visita de los magos (2, 1-12), en cuyo final los tres visitantes depositan sus regalos a los pies del recién nacido: oro, incienso y mirra. De este episodio podemos deducir que José y María experimentaron una gran alegría, pues su pequeño era reconocido como Dios y Señor por estos magos de Oriente, además, habían recibido unos regalos que, dadas las circunstancias del viaje y el repentino parto de María, les vendría muy bien. Podríamos pensar que la Sagrada Familia de Nazaret estaba experimentando una bonanza económica, pues ciertamente el oro recibido habría de invertirse en la crianza del Mesías. Pero es en estas circunstancias en las que parece llegar la supuesta desgracia.

Relata el evangelista que una vez retirados los magos, el Arcángel Gabriel “se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle»”. Imaginemos la confusión de José y María, ya que, después de una escena tan gloriosa como la visita de los magos, ahora Dios les pedía huir de su tierra, dejar sus cosas, sus propiedades por muchas o pocas que tuvieran -la carpintería de José, por ejemplo- para partir hacia una tierra lejana y desconocida para los tres.

José, el humilde hombre elegido por Dios para ser Custodio del Mesías, no se acobardó ni titubeó ante semejante noticia, por el contrario, “él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes”. Notemos cómo la respuesta de José fue inmediata –salieron de noche-, pues un padre de familia hace lo que sea por cuidar de los suyos, sin importar el qué dirán. En Belén más de uno hubo de preguntarse cómo era posible que José hubiera levantado a su mujer y al recién nacido para partir; tal vez alguno le hubiese aconsejado quedarse y soportar la persecución de Herodes, aun cuando la vida del pequeño corría peligro, porque para algunos, resistir es un acto heroico, pero en este caso, como en muchos, significaba un auténtico suicidio. José no dudó, se armó de valor y emprendió el viaje hacia Egipto, enfrentándose a una cultura, una religión y hasta una lengua diferente. Y en todas estas ¿qué podemos decir de María?

María es la humilde esclava del Señor, en ella se cumplió la Palabra del Altísimo. Pensemos en la joven nazarena al lado de su valiente esposo y con su hijito en brazos. Imaginemos a María siempre optimista y entusiasta en la huida a Egipto, pendiente de la criatura y bondadosa también con el fatigado José, cariñosa en palabras y gestos. Ella, la Reina del cielo y de la tierra fue, de seguro, el mejor refugio de José y Jesús. Hermosa Madre y Esposa.

Tras largos días de caminata, expuestos al sol y al peligro de los ladrones y viandantes de aquellas regiones desérticas, una vez ubicados en tierras lejanas, es posible que José repitiera la escena de Belén, con María y el niño sobre el jumento, de posada en posada buscando un lugar para resguardarse. ¿Qué harían José y María en sus primeros días de migrantes? De seguro José no se quedó de brazos cruzados, ni mucho menos se abandonó a las limosnas de las gentes. ¡Qué hermoso es verlo caminar de un lado a otro, esperanzado en conseguir un encargo para dedicarse al arte de trabajar la madera, que era lo que mejor sabía hacer! ¡Qué hermosa es María, atentísima en los quehaceres del hogar, pendiente de Jesusito y siempre puntual con la comida de san José obrero! Esa es María, la más humilde e importante a la vez, la más necesaria. Es ahí donde podemos comprender que, efectivamente, es María el Consuelo para los migrantes.

El texto evangélico continúa explicando la matanza de los inocentes, esto se llevó a cabo por orden de Herodes, quién consideró oportuno asesinar a todos los niños varones menores de dos años, para asegurarse así de que el Mesías pereciera también. Mateo finalmente agrega: “Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño»”. Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Amigos, qué final tan oportuno. La Sagrada Familia volvió a su tierra, una vez muerto Herodes.

En nuestra actualidad son muchas las familias que se ven obligadas por los nuevos Herodes a abandonar sus naciones, en busca de un futuro mejor. Todas esas familias deben verse reflejadas en la Sagrada Familia de Nazaret y saber que la situación de migrantes, en el mejor de los casos, no durará toda la vida. Así como Jesús, María y José sufrieron persecución y destierro, pero finalmente volvieron a su tierra natal, asimismo aquellos que sobrellevan actualmente la situación de migrantes, algún día retornarán a sus casas. María es el Consuelo para los migrantes porque ella misma fue migrante, y con la ayuda de Dios y el esfuerzo de José logró superar esa etapa de su vida, saliendo victoriosa y –como siempre- alegre y optimista.

Concluyo esta reflexión con unas palabras de Benedicto XVI en su famoso libro La infancia de Jesús: “Con la huida a Egipto y su regreso a la tierra prometida, Jesús concede el don del éxodo definitivo. Él es verdaderamente el Hijo. Él no se irá para alejarse del Padre. Vuelve a casa y lleva a casa. Él está siempre en camino hacia Dios y con eso conduce del destierro al hogar, a lo que es esencial y propio. Jesús, el verdadero Hijo, ha ido él mismo al «exilio» en un sentido muy profundo para traernos a todos desde la alienación hasta casa”.

No olvidemos que, Jesús es la única y verdadera razón de esta hermosa letanía a María Santísima, pues es Jesús el gran migrante. Primero lo fue en su infancia, con la huida a Egipto, y luego en el ejercicio de su ministerio, pues como lo relata (Lc 4, 24) Jesús fue rechazado por los mismos aldeanos y vecinos suyos, de ahí que pronunció con dolor las siguientes palabras: “ningún profeta es bien recibido en su patria”, o como lo decimos comúnmente, nadie es profeta en su tierra.

El Señor en su evangelio no es ajeno a la situación de los que abandonan su patria para ir a lejanos lugares, como le pasó a él mismo, por eso lo dejó claro en Mateo 25, 44-45: “Ellos replicarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, emigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos? Él responderá: Les aseguro que lo que no hicieron a uno de estos más pequeños no me lo hicieron a mí”.

Amigos lectores, amigos migrantes, inmigrantes, emigrantes, expatriados, exiliados, desterrados, expulsados, confiemos en que esta penosa situación algún día va a pasar. No dejemos de invocar a María Santísima, nuestra buena Madre, con las letanías lauretanas, pues ella es el Consuelo para los migrantes.

P.A

García

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