SOLACIUM MIGRANTIUM
En junio de 2020 el
Papa Francisco agregó tres nuevos títulos a la lista de las Letanías Lauretanas a la Santísima
Virgen María: Mater misericordiae
–Madre de la misericordia-, Mater spei
–Madre de la esperanza- y Solacium
Migrantum –Consuelo para los migrantes-. Ésta última letanía será meditada
a continuación. Por solacium se pueden
tener como sinónimos: alivio, consuelo o ayuda. María Santísima es el alivio,
el consuelo y la ayuda para los migrantes. Ya veremos por qué, pero antes, permítanme
un breve comentario afín al tema.
Encontrándome yo en
el ejercicio de mi año de pastoral en la Diócesis de El Vigía – San Carlos del
Zulia, un feligrés de la Rectoría que estaba bajo mi pastoreo seminarístico se
me acercó para comunicarme una inquietud, esto sucedió justo después de rezar
el Santo Rosario en el templo, frente al hermoso altar dedicado al Sagrado
Corazón de Jesús. La inquietud de aquella persona era de carácter devocional y
teológico, pues me manifestó con sinceridad que no le agradaban las letanías,
pues le parecían largas, aburridas y sin sentido. Con toda la paciencia del
mundo y detenidamente le expliqué el sentido de las mismas y sin miramientos le
dejé claro que nadie ama lo que no conoce, animándole a conocer mejor la piedad
mariana. Al día siguiente, como confirmación de aquella conversación privada,
el Papa Francisco, mediante la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos, hacía pública la noticia de la adhesión de las tres nuevas
letanías a María Santísima. Así de suave nos habla Dios, aunque aquello me
pareció casi un grito divino.
Primero que todo
agradezcamos al Santo Padre Francisco por este noble gesto de presentarnos a
María como modelo a seguir y a acudir en la situación de migrantes. El mismo
Papa es hijo de inmigrantes italianos residenciados en Argentina, y no le da
pena decirlo, pues lo recordó en el discurso de su primera visita a la Casa
Blanca en la capital de los Estados Unidos de América. Definitivamente, nuestro
mundo es uno solo, y en este planeta cabemos todos. Las naciones históricamente
están acostumbradas a recibir personas de otras procedencias, las mismas que a
lo largo de los siglos han ayudado en el desarrollo de los países donde han
llegado, basta solo con echar una mirada al pasado y nos convenceremos de que
esto es así.
Consuelo para los migrantes -hermoso título
mariano- encuentra su fundamento teológico en las Sagradas Escrituras,
específicamente en el evangelio de Mateo, capítulo 2, versículos 13-21; donde
se narra la huida de la Sagrada Familia a Egipto, para escapar de la
persecución del rey Herodes, seguida de la matanza de los inocentes y
culminando el relato con la vuelta de José, María y el niño Jesús a la tierra
de Israel. Analicemos pausadamente este pasaje y veamos por qué María es el
Consuelo para los migrantes.
El
relato de la huida a Egipto está precedido por el relato de la visita de los
magos (2, 1-12), en cuyo final los tres visitantes depositan sus regalos a los
pies del recién nacido: oro, incienso y mirra. De este episodio podemos deducir
que José y María experimentaron una gran alegría, pues su pequeño era
reconocido como Dios y Señor por estos magos de Oriente, además, habían
recibido unos regalos que, dadas las circunstancias del viaje y el repentino
parto de María, les vendría muy bien. Podríamos pensar que la Sagrada Familia
de Nazaret estaba experimentando una bonanza económica, pues ciertamente el oro
recibido habría de invertirse en la crianza del Mesías. Pero es en estas
circunstancias en las que parece llegar la supuesta desgracia.
Relata
el evangelista que una vez retirados los magos, el Arcángel Gabriel “se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí
hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle»”. Imaginemos
la confusión de José y María, ya que, después de una escena tan gloriosa como
la visita de los magos, ahora Dios les pedía huir de su tierra, dejar sus
cosas, sus propiedades por muchas o pocas que tuvieran -la carpintería de José,
por ejemplo- para partir hacia una tierra lejana y desconocida para los tres.
José,
el humilde hombre elegido por Dios para ser Custodio del Mesías, no se acobardó
ni titubeó ante semejante noticia, por el contrario, “él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a
Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes”. Notemos cómo la
respuesta de José fue inmediata –salieron de noche-, pues un padre de familia
hace lo que sea por cuidar de los suyos, sin importar el qué dirán. En Belén
más de uno hubo de preguntarse cómo era posible que José hubiera levantado a su
mujer y al recién nacido para partir; tal vez alguno le hubiese aconsejado
quedarse y soportar la persecución de Herodes, aun cuando la vida del pequeño
corría peligro, porque para algunos, resistir es un acto heroico, pero en este
caso, como en muchos, significaba un auténtico suicidio. José no dudó, se armó
de valor y emprendió el viaje hacia Egipto, enfrentándose a una cultura, una religión
y hasta una lengua diferente. Y en todas estas ¿qué podemos decir de María?
María
es la humilde esclava del Señor, en ella se cumplió la Palabra del Altísimo. Pensemos
en la joven nazarena al lado de su valiente esposo y con su hijito en brazos.
Imaginemos a María siempre optimista y entusiasta en la huida a Egipto,
pendiente de la criatura y bondadosa también con el fatigado José, cariñosa en
palabras y gestos. Ella, la Reina del cielo y de la tierra fue, de seguro, el
mejor refugio de José y Jesús. Hermosa Madre y Esposa.
Tras
largos días de caminata, expuestos al sol y al peligro de los ladrones y
viandantes de aquellas regiones desérticas, una vez ubicados en tierras
lejanas, es posible que José repitiera la escena de Belén, con María y el niño sobre
el jumento, de posada en posada buscando un lugar para resguardarse. ¿Qué
harían José y María en sus primeros días de migrantes? De seguro José no se
quedó de brazos cruzados, ni mucho menos se abandonó a las limosnas de las
gentes. ¡Qué hermoso es verlo caminar de un lado a otro, esperanzado en
conseguir un encargo para dedicarse al arte de trabajar la madera, que era lo
que mejor sabía hacer! ¡Qué hermosa es María, atentísima en los quehaceres del
hogar, pendiente de Jesusito y siempre puntual con la comida de san José obrero!
Esa es María, la más humilde e importante a la vez, la más necesaria. Es ahí
donde podemos comprender que, efectivamente, es María el Consuelo para los
migrantes.
El
texto evangélico continúa explicando la matanza de los inocentes, esto se llevó
a cabo por orden de Herodes, quién consideró oportuno asesinar a todos los
niños varones menores de dos años, para asegurarse así de que el Mesías
pereciera también. Mateo finalmente agrega: “Muerto
Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra
de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño»”. Él se
levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Amigos,
qué final tan oportuno. La Sagrada Familia volvió a su tierra, una vez muerto
Herodes.
En
nuestra actualidad son muchas las familias que se ven obligadas por los nuevos
Herodes a abandonar sus naciones, en busca de un futuro mejor. Todas esas
familias deben verse reflejadas en la Sagrada Familia de Nazaret y saber que la
situación de migrantes, en el mejor de los casos, no durará toda la vida. Así
como Jesús, María y José sufrieron persecución y destierro, pero finalmente
volvieron a su tierra natal, asimismo aquellos que sobrellevan actualmente la
situación de migrantes, algún día retornarán a sus casas. María es el Consuelo
para los migrantes porque ella misma fue migrante, y con la ayuda de Dios y el
esfuerzo de José logró superar esa etapa de su vida, saliendo victoriosa y
–como siempre- alegre y optimista.
Concluyo
esta reflexión con unas palabras de Benedicto XVI en su famoso libro La
infancia de Jesús: “Con la huida a Egipto
y su regreso a la tierra prometida, Jesús concede el don del éxodo definitivo.
Él es verdaderamente el Hijo. Él no se irá para alejarse del Padre. Vuelve a
casa y lleva a casa. Él está siempre en camino hacia Dios y con eso conduce del
destierro al hogar, a lo que es esencial y propio. Jesús, el verdadero Hijo, ha
ido él mismo al «exilio» en un sentido muy profundo para traernos a todos desde
la alienación hasta casa”.
No
olvidemos que, Jesús es la única y verdadera razón de esta hermosa letanía a
María Santísima, pues es Jesús el gran
migrante. Primero lo fue en su infancia, con la huida a Egipto, y luego en
el ejercicio de su ministerio, pues como lo relata (Lc 4, 24) Jesús fue
rechazado por los mismos aldeanos y vecinos suyos, de ahí que pronunció con
dolor las siguientes palabras: “ningún
profeta es bien recibido en su patria”, o como lo decimos comúnmente, nadie
es profeta en su tierra.
El
Señor en su evangelio no es ajeno a la situación de los que abandonan su patria
para ir a lejanos lugares, como le pasó a él mismo, por eso lo dejó claro en
Mateo 25, 44-45: “Ellos replicarán:
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, emigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos? Él
responderá: Les aseguro que lo que no hicieron a uno de estos más pequeños no
me lo hicieron a mí”.
Amigos
lectores, amigos migrantes, inmigrantes, emigrantes, expatriados, exiliados,
desterrados, expulsados, confiemos en que esta penosa situación algún día va a
pasar. No dejemos de invocar a María Santísima, nuestra buena Madre, con las
letanías lauretanas, pues ella es el Consuelo para los migrantes.
P.A
García
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