HARRY POTTER
A los que no son tan amantes de la serie
de libros de Harry Potter, no los
culpo por eso, yo mismo no lo era hasta hace unas semanas atrás, cuando pude
comprar los dos primeros títulos de dicha saga de la famosa escritora británica
J.K. Rowling: (Harry Potter y la piedra
filosofal y Harry Potter y la cámara
secreta). Antes de esto sólo me había complacido en ver al caraqueño
Esteban Trinidad, un compañero en el seminario menor, que aprovechaba cualquier
momento libre para internarse en la apasionante lectura de Harry Potter, por
allá en el lejano año 2011.
Personalmente pienso que la lectura de Harry Potter es de
alguna manera provechosa. Desde la lupa católica la moral cristiana no parece
verse atacada en ningún párrafo. El joven mago podría representar a todo aquel cristiano
que libra la batalla en su vida entre el bien y el mal. Los buenos deseos y el
procurar lo mejor para los demás son las características de Potter y sus amigos
Ron y Hermione, quienes a pesar de contar con sus propios enemigos que le hacen
la vida de cuadritos, actúan en todo momento con justicia.
Del primer libro, Harry Potter y la piedra filosofal, me gustaría comentar solamente
un párrafo, ubicado en las últimas páginas, específicamente en el capítulo 17, titulado “El hombre con dos caras”. La trama de
este capítulo ubica a Harry luchando contra un profesor del Colegio de Magia Hogwarts,
Quirrell, quien pretendía robar la piedra filosofal para entregársela a Lord
Voldemort, el malvado mago que había asesinado a los padres de Harry.
Voldemort, desde su desdichada
inmaterialidad se había apoderado del profesor Quirrell y a través de él
pretendía asesinar a Potter, pues éste evitaba que la piedra filosofal fuera hurtada,
pero, extrañamente Voldemort en Quirrell no podía tocar al niño, la razón de
esto la explica a Harry el director de Hogwarts, el venerable anciano Albus
Dumbledore:
“Tu madre murió para salvarte. Si hay algo
que Voldemort no puede entender es el amor. No se dio cuenta de que un amor tan
poderoso como el de tu madre hacia ti deja marcas poderosas. No una cicatriz,
no un signo visible... Haber sido amado tan profundamente, aunque esa persona
que nos amó no esté, nos deja para siempre una protección. Eso está en tu piel.
Quirrell, lleno de odio, codicia y ambición, compartiendo su alma con
Voldemort, no podía tocarte por esa razón. Era una agonía el tocar a una
persona marcada por algo tan bueno”.
Esta frase anteriormente copiada encierra una gran verdad
teológica que, desde el cristianismo podemos aplicar con la vida de la fe de
todo creyente. Consideremos lo siguiente:
En primer lugar, la madre de Harry
murió para salvarle la vida, después de una feroz lucha contra la maldad
personificada: Lord Voldemort. Por nuestra parte, los cristianos sabemos que con
la muerte de Cristo tenemos vida, y vida en abundancia. El mismo Cristo es la
Vida, con mayúscula. Ciertamente nuestro Señor venció la muerte al tercer día, diferenciándose
en esto con la muerte de la madre de Harry, quién perdió la vida para siempre, sin
embargo, el fruto de su amor es la vida de su hijo.
Luego, Dumbledore continúa explicando
que Voldemort es incapaz de entender el amor. De igual manera, el Demonio, el
padre de la mentira y el odio, es incapaz de comprender el amor de Dios, por
eso le aterra el signo de la cruz, pues la cruz es el símbolo del amor
universal. Hay personas que no comprenden el amor, esas parecieran ser
partidarias del mismísimo Satanás. Hay quienes no aman ni se dejan amar, viviendo
en la amargura y amargando la vida a los demás. Finalmente, hay otros que no se
sienten amados, estos últimos podrían ser los más desdichados de todos. Los
cristianos sabemos que Dios nos ha amado primero y así nosotros podemos amar a
los demás. En otras palabras, tenemos la capacidad de amar porque antes hemos
sido amados por Dios.
Lord Voldemort nunca pensó que un amor
tan enérgico como el de la madre de Harry hacia él dejara marcas tan poderosas.
Sucede equivalente con el Demonio, quien nunca pensó que con la muerte y
resurrección de Cristo el amor de Dios se derramaría sobre todos nosotros, con
el Espíritu Santo que se nos ha dado. La victoria en la muerte de la madre de
Harry es la milagrosa vida de su hijo. La victoria sobre la muerte de Cristo es
la vida de todos en Dios.
La marca que Harry llevaba sobre su frente, una cicatriz en
forma de rayo, era la mejor prueba de que había sido amado con profundidad. Los
cristianos también llevamos una marca, aunque invisible. Hemos sido marcados
con la Sangre de Cristo, hemos sido sumergidos en las aguas del bautismo y ése
es nuestro mejor signo. La cruz misma, esa que algunos llevan colgando sobre el
pecho, es el signo visible del amor, de la victoria de Cristo, de la derrota
del enemigo. Así como Harry Potter sabe que lleva una cicatriz en su frente y
por eso es reconocido por todos, sintiéndose llamado para algo en especial,
asimismo los cristianos que llevan la cruz en el pecho deben saber que por ese
signo son reconocidos, lo que les hace comprometerse a vivir según Aquel que
murió en esa cruz.
Albus Dumbledore, lleno de paciencia y cariño explica a
Harry que el hecho de haber sido amado tan profundamente, aunque esa persona
que le amó no esté, le dejó para siempre una protección. Esto serviría como
imagen para comprender la presencia divina en nosotros, esa protección de la
que gozamos todos los hombres, pero de manera muy especial los que tenemos fe
en el Señor Jesús. El cristiano vive siempre feliz, aun en medio de las
dificultades, porque se sabe amado por Dios. Dumbledore le dice a Harry que ese
amor él lo lleva en la piel; los cristianos sabemos que el amor de Dios lo
llevamos no en la piel, sino en el alma.
Finalmente, el director de Hogwarts expone la razón por la
cual a Quirrell y Voldemort les resulta doloroso y casi imposible tocar a
Harry. El relato describía que sus manos se llenaban de ampollas, como si se
quemaran por el contacto. El enemigo del cristiano, al igual que el de Harry, está
lleno de ambición, codicia y odio, porque sabe que con Cristo somos vencedores,
porque es consciente de que con Cristo somos mayoría aplastante.
Ciertamente, para Satanás es una verdadera agonía el tocar a
una persona marcada por algo tan bueno, el amor de Dios. Cuanto más nos dejemos
amar por Dios, más lejos estará de nosotros el enemigo. El compromiso es
sentirnos amados por Dios para amarle realmente, y a los demás como a nosotros
mismos.
P.A
García
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