Pedro Andrés García Barillas
Orador de Orden en
la Sesión Solemne de la
Cámara Municipal
del Municipio Rivas Dávila
Mi hermana Thalia, mi hermana Reyna, yo, mi papá Reinaldo García y mi mamá Thaís Barillas, en Bailadores el 12 de febrero de 2015 |
Día de la Juventud
Batalla de La Victoria 12-02-1814
En
primer lugar quiero agradecer la gentil invitación a participar en los actos
del día de la Juventud aquí en mi Municipio Rivas Dávila. Considero justo y
noble el hecho de que, en este día, sea un joven quien les pueda dirigir estas
breves palabras, que sé, tendrán resonancia en las conciencias de aquellos que
se muestren atentos a lo que les pueda transmitir, y deseo adelantarles, que no
pretendo hacerles un sermón, y si así les pareciere sería por el contenido de
valores cristianos que el mundo reclama, en especial la juventud de los cuales
también se sustenta la fecha patria de hoy. Que estas palabras, preparadas con anticipación
y por eso no rebuscadas armonicen este día y refuercen los sentimientos patrióticos
que como venezolanos debemos tener en cuanto a ciudadanos de una misma nación.
Cuando
nace nuestro Libertador, el Padre de la Patria, un 24 de julio de 1783, nace en
él, en la Caracas aún colonial el hombre que haría realidad lo que una vez
juraría, liberar a su pueblo del dominio extranjero, que para el momento
histórico se refería al Reino de España, el cual desde hace varios lustros
tenía refrenada las tierras que en 1492 se habían descubierto, colonizado y
evangelizado con la expedición de Cristóbal Colón.
La
historia de nuestro país, de cómo llegamos a lo que hoy conocemos como
Venezuela, se forjó con los ideales de Francisco de Miranda y de Simón Bolívar
y también con la sangre de los valientes que lucharon por la libertad. Esta sangre,
representada en la tercera franja de color rojo de la bandera de la República,
fue derramada en las batallas de la independencia a lo largo y ancho del
territorio nacional, en épocas en las que, para ser autónomos del mando
impuesto por la monarquía española debía hacerse uso de algo, que para los
hombres de todos los tiempos está dentro de lo inaceptable: quitar la vida a
otros.
El
día de hoy, 12 de febrero, recordamos la famosa Batalla de la Victoria, ésta
fue uno de los tantos enfrentamientos de la guerra de nuestra independencia,
que como el tiempo nos ha demostrado, dio frutos a pesar de la sangre joven
sacrificada para dicho fin.
En
esta particular batalla, las fuerzas realistas, quienes marchaban al mando del
revoltoso José Tomás Boves, intentaron tomar la ciudad de La Victoria, estado
Aragua, con el fin de desestabilizar a la Capital en sus comunicaciones con
ciudades vecinas. En oposición a esto, el ejército patriota combatió liderado por
el General José Félix Rivas. La batalla ocurrió el 12 de febrero de 1814.
Pero
antes del enfrentamiento, ocurrió lo que da sentido a esta fecha. Ante la escases
de tropas regulares, el General Rivas tuvo que armar a unos mil estudiantes de
los colegios y seminarios de la ciudad y de los otros poblados vecinos, entre
ellos se encontraban 85 estudiantes que se preparaban para el sacerdocio
ministerial, éstos eran procedentes del Seminario Santa Rosa de Lima de
Caracas, aún existente.
Antes
de entrar en batalla, el General Rivas alentó a los adolescentes que le
acompañaban y a los hombres con estas palabras: “soldados, lo que tanto hemos
deseado se realizará hoy, he ahí a Boves, cinco veces mayor es el ejército que
trae a combatirnos, pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis
del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras
esposas, el suelo de la Patria. Mostradles vuestra omnipotencia. En esta
jornada que será memorable ni aun podemos optar entre vencer o morir. Necesario
es vencer. Viva la República”
La
batalla comenzó a las siete de la mañana
y duró todo el día en las calles de la ciudad. Los efectivos republicanos
construyeron una impresionante resistencia al empuje de las tropas realistas,
en ese momento al mando de Francisco Tomás Morales. Al caer la tarde, la
batalla aún no se había decidido por ninguno de los dos bandos. Cuando la lucha
acababa, los patriotas reciben un refuerzo de 220 soldados de caballería a
cargo de Vicente Campo Elías procedente de San Mateo, que rompe el cerco
realista. Horas después, Morales y los suyos se retiraron del combate,
perseguidos por los jinetes republicanos. A consecuencia de esta batalla,
fracasa el intento realista de cortar las comunicaciones entre Caracas y
Valencia. El General Simón Bolívar, otorgó a Rivas el título de “Vencedor de
los tiranos”.
Bailadores
y la nación entera conmemoran hoy el día de la Juventud, decretado por la
Asamblea Constituyente en 1947 y con ésta efemérides los 201 años de la Batalla
de La Victoria.
Ahora
detengámonos un momento en el hecho más importante a recordar: la participación
en la batalla de los jóvenes estudiantes universitarios de Caracas y sus
seminaristas.
Relatan
algunos historiadores de la época, y no quisiera errar con lo que voy a
mencionar, que al menos los seminaristas demostraron cierta resistencia al
llamado bélico de Rivas, pues por razones obvias no se estaban preparando en el
seminario para combates o guerras, su única misión era cumplir la voluntad del
que los había llamado a ser servidores suyos y de los hombres. A pesar de esto,
hubieron de luchar y como consecuencia muchos perdieron la vida, ya que sus
inexpertas manos carecían de un buen grado de adiestramiento en el manejo de
las armas. Marchaban portando sus traje talares con orgullo, pero conocedores
del sufrimiento que se les avecinaba. No obstante asistieron, y con responsabilidad
a la tarea encomendada combatieron, primero contra la angustia de saberse
incapaces de batallar y segundo contra el ejército que les había hecho
abandonar sus estudios y sus proyectos personales. Cuenta la historia que a
consecuencia de esto Caracas se quedó sin futuros curas.
Por
su parte, los jóvenes universitarios ya estaban más involucrados con estos
ambientes de disputa y de ellos se puede decir que luchaban a morir sabiendo
que sus vidas pasarían a la historia pues apenas se estaba empezando a escribir
con gotas de sangre.
Desde
una perspectiva alentadora, el acontecimiento histórico en el que los jóvenes
caraqueños experimentaron las consecuencias de la guerra, aventura sin retorno,
debe considerarse digno de admiración y merecedor de todos los honores, pues es
la juventud venezolana, la que en su incansable deseo de realización personal y
comunitaria manifiesta sus sentimientos patriotas y lucha manteniendo el ideal
que poco a poco se había introducido en sus vidas a partir de 1811.
Nuestra
juventud, no menos que la de ayer, debe seguir ahondando en la exigencia de un
mundo mejor, de un país mejor, de una sociedad mejor. Claro está, no todo el
tiempo lo ha sabido hacer, pues recurriendo a la violencia se está
autodestruyendo, y no menciono esto para juzgar lo que hoy conmemoramos ni
mucho menos los acontecimientos más recientes, que son fáciles y dolorosos de
recordar, el fin no justifica los medios.
Hoy
más que nunca, la juventud debe seguir formándose con valores sociales como la
responsabilidad, el respeto y la honestidad. Haciendo de ellos su norma de
vida, sin duda se daría un paso de gran importancia en la consolidación de la
Patria que todos soñamos y a la cual estamos impulsando en el presente,
responsable de esto somos todos.
Responsabilidad:
la familia, como base y fundamento de la sociedad, es la primera formadora de
los valores en sus hijos, es la que tiene la exigente labor de inculcar en su
prole el sano orgullo de la responsabilidad, entendiéndose este no únicamente en
la obligación moral que se tiene a consecuencia de haber cometido una falta,
sino como la respuesta eficaz a todas las exigencias de la vida, de la formación
y de la interacción social. Una sociedad, o una juventud responsable evitarían
el deterioro de los servicios públicos, la inseguridad en las calles y
avenidas, donde caminar libremente se ha convertido casi en una supervivencia. Responsables
somos todos, de la sociedad que estamos forjando, por lo tanto, es menesteroso
instruir a los jóvenes para que ellos reciban puntualmente toda educación, toda
orientación y desde luego todo buen consejo.
Respeto:
es muy común escuchar que cuando se ignoran las minorías se acaba la paz. La Venezuela
de hoy, suplica incansablemente que sea escuchada y respetada, especialmente la
juventud, que espera contribuir con sus aportes en el camino que conduce hacia
la felicidad temporal de los ciudadanos, al bienestar de las familias, al
progreso y desarrollo de todos en la diversidad de roles de un país. Si no son
escuchados, si son ignorados, si son callados de mil y una formas, se les está
faltando el respeto y de ello surge la impotencia del individuo que acude al
dialogo como medio eficaz de tolerancia y comunicación. Se falta al respeto,
cuando se pasa por alto los derechos de los demás, cuando manipulamos la Carta
Magna e incumplimos con lo que allí se establece o hacemos de nuestra voluntad
la ley y la justicia. La juventud siempre estará disponible en hacer valer sus
derechos y observarlos, acompañando este noble sentimiento al de cumplir sus
deberes.
Honestidad:
en todo progreso social y humano debe hacerse énfasis en el sentimiento que nos
hace capaces de combatir el mal: la honestidad. Jóvenes honestos garantizarían
el nivel académico esperado de una etapa de formación en el bachillerato, por
ejemplo, la juventud arrastrada por factores externos
que le impidan la plena dedicación consciente al estudio, optan por hacer de
sus días estudiantiles un ciego relajo y una falta de dedicación que a la larga
se manifiesta en el índice de jóvenes que abandonan el campo de las letras, de las profesiones y de la
sabiduría para vagar sin rumbo fijo por un mundo lleno de oportunidades. En esto
sale a la luz lo que podríamos llamar la visión de Bolívar, cuando manifestó en
su época que, un ser sin estudio es un ser incompleto. No quisiera terminar
esta idea sin recalcar la importancia de nuestros jóvenes agricultores, en
especial en este Municipio agrícola por excelencia. Ellos desenvuelven un papel
importante en la sociedad, pues dedican su trabajo para alimentar a todos con
las más variadas y ricas hortalizas que brotan de esta tierra bendecida por
Dios y protegida por la Virgen de la Candelaria.
Alabado,
valorado, respetado y apoyado sea el talento y don de los jóvenes artistas, el
desempeño y los logros de los jóvenes atletas, el esfuerzo y sudor de los jóvenes
agricultores, el trabajo y el compromiso de los jóvenes profesionales, la dedicación
y sacrificios de los jóvenes estudiantes, la consagración a Dios y al servicio
de los jóvenes religiosos, porque es en conjunto, en la unidad que se forman
las sociedades. Unamos nuestras fuerzas para luchar siempre por una Venezuela
libre y de los venezolanos. Gracias.
Conversando con las personas que asistieron al acto después de dar lectura al discurso |
(Discurso pronunciado por
Pedro Andrés García Barillas en la Plaza Bolívar de Bailadores, Municipio Rivas
Dávila el 12 de febrero de 2015)
P.A
García