El Royal, Mucuchíes
El sábado 14 de diciembre me levanté a
las 6:00am, ya la noche anterior había preparado la maleta. En esa media hora
me preparé, mamá me hizo el desayuno y mi hermana mayor conversaba conmigo.
Desayuné a las 6:30am y como a las
6:45am salí de mi casa en un taxi de la línea que está frente de mi casa. La
despedida fue como siempre, no tan cruel la cosa, pues ya estamos
acostumbrados, tanto mi familia como yo, a despedirnos, porque yo
constantemente salgo de la casa. A eso de las 7:00am, mientras bajaba en el
taxi para el terminal de Tovar, en El Llano, justo en la esquina de las
Residencias “El Llano”, subía un camión 350 blanco, cargado, por detrás de éste
subían, no a mucha velocidad, una moto con dos hombres, éstos al tratar de
pasar el camión perdieron el control de la moto y se fueron rastrillados por la
calle, hasta parar con un golpe seco, el chofer con un poste y el otro contra
un portón negro, todo esto lo detallé porque mientras sucedía el taxista frenó,
de otra forma la moto habría llegado al taxi en el que yo me dirigía. El
taxista nervioso adelanta el carro y para frente a los accidentados, yo
nervioso también, los bendije tres veces y los dos gritamos a unos jóvenes
motorizados que buscaran el camión 350, pues tal vez no se había percatado de
lo ocurrido. Continuamos a toda velocidad y paramos unos metros más abajo, en
el Hospital San José de Tovar, yo me bajé del taxi y por emergencia hablé con
una enfermera, diciéndole que llevaran la ambulancia, ella, preocupada me
indicó que llamáramos a los bomberos, pues en ese momento no había ambulancia
disponible. Tristes, el taxista y yo, seguimos para el terminal, y al llegar a
la avenida próxima a éste, escuchamos la sirena del carro de los bomberos. La calle
que rodea el terminal estaba trancada con carros, había cola, y por eso me
quedé al lado del supermercado Luki de Tovar, allí de dispuse a bajar con las
maletas, y justo en la esquina, un hombre golpeaba a otro que subía en su moto,
llegaron dos más y siguieron discutiendo. Traté de ignorar lo que estaba
pasando y llegué al bus de Mérida, me monté al final y justo al arrancar el
bus, un viejito maloliente se sentó a mi lado, yo apenas abrí las ventanas y
empecé a respirar el aire de afuera.
Llegué a Mérida, esperé que el bus
llenara el tanque de combustible, pero no había, entré al terminal y me senté
frente de donde paran los buses de Barinas, allí me conseguí con una señora de
unos 50 años, ella estaba esperando un paquete que un hombre mandaría con ella
para Barinas, pues iba a visitar a un hijo que tenía en la cárcel y allí estaba
también el hijo de aquel hombre. Mientras esperaba a Emerson Mora Mora hablé
con la señora, me contó que su hijo estaba preso injustamente, porque le había
encontrado con droga en el taxi en el que él trabajaba ilegalmente, pues un
hombre, al que la policía venía persiguiendo por llevar droga, se le montó al
carro, y al encontrarse rodeado de las patrullas pagó 150 millones de bolívares
a la Policía y lo dejaron ir. El hijo de la señora no tenía cómo pagar y se lo
llevaron preso. La señora me contó que ya había rodado por varias cárceles y
que era el único hijo que tenía, pues los otros, con su esposo que era árabe,
los había perdido en un trágico accidente de tránsito.
Ese hijo preso tenía un bebé pequeño
que era la adoración de aquella señora y toda la conversación comenzó porque la
señora necesitaba llamar por teléfono, pero como se le habían quedado los
lentes en la cama, no podía leer el teléfono para buscar el contacto, por eso
me pidió el favor y yo le busqué en los contactos del teléfono a la persona que
debía llamar, así fue como comenzó la larga conversación de dos horas, que fue
interrumpida por una discusión que entablé con una mujer protestante, testigo
de Jehová, y con la llegada de Emerson me dejó sus maletas a cargo, mientras él
volvía al seminario a entregar unas llaves que se había traído por
equivocación.
La señora con la que conversé lloraba
en algunos momentos, de verse tan golpeada de la vida, pero a la vez se daba
fuerzas a sí misma, pues era una mujer muy católica, optimista y con aspecto de
malandra. Me comentó que siendo pequeña quiso ser monja, que adoraba a las
monjas y que tenía un tío abuelo que fue obispo. Esta señora llamó al hombre
que esperaba y le dijo que estaba situada al final del terminal, debajo del
televisor, el señor del otro lado del teléfono le dijo que iba buscarla, que
tenía una camisa roja, yo estaba sentado viéndolos a los dos, uno al lado del
otro hablando por teléfono; al finalizar la llamada, el hombre fue a buscarla y
pasó por un lado mío, la señora se vino a seguir conversando conmigo y de una
vez le dije, con muchas ganas de reírme, que el hombre a quien estaba llamando
había estado hablando al lado de ella y fue a buscarla, ella de inmediato lo
llamó y éste le entregó el paquete.
Al final la señora se despidió de mí y
se fue para Barinas, su aspecto era de alegría, porque iba a ver a su hijo que
estaba preso. La pelea con la protestante empezó porque ella, al verme vestido
con aspecto sacerdotal, no dudó en empezar a atacarme con citas bíblicas, yo me
alteré mucho, pues ella trataba de decirme que no me dejara lavar la cabeza por
lo que dijeran los sacerdotes, me decía que la Biblia había que interpretarla
al pie de la letra.
Al final de todo, la protestante iba
también para Mucuchíes, y pretendía esperar conmigo en el banco para irnos
juntos y seguir con sus locuras bíblicas, ella también esperaba, a un hijo y al
llegar el muchacho se fue con él, yo seguí esperando a Emerson. Mientras
esperaba vi que Albert Castillo salía para Tovar y de allí iría a Guaraque, lo
saludé y me comentó lo de la fiesta de Santa Lucía. El chistoso del Emerson me
envió un mensaje de texto que decía: “Voy bajando del Seminario, si en 10
minutos no he llegado vuelva a leer el mensaje”.
Llegó Emerson, nos montamos al bus y
partimos a Mucuchíes. Llegamos a la casa cural y allí almorzamos con el padre
Olivo, antes de esto, la secretaria nos mostró el lugar, todas las maravillas
arquitectónicas que había logrado el padre Carlos Zambrano. Allí conocí al
Negro, el gigantesco perro del padre Olivo. Buscaron a Emerson y se fue para
Gavidia, de él no tengo más noticias, yo esperé un largo rato en la casa cural
y luego vinieron a buscarme para ir a la comunidad de El Royal.
Me buscaron en un Corola rojo, me monté
en la parte de adelante y fue muy cómico el viaje, pues las rodillas me pegaban
con el tablero del carro, y la cabeza me pegaba con el techo y quedaba justo
entre el techo del carro y el asiento, sucedía que el asiento estaba muy
adelante y a los muchachos les dio pena echarlo para atrás estando yo sentado.
La comunidad de El Royal queda como a 7
minutos en carro de Mucuchíes, se pasa por una aldea llamada La Toma. Me
dejaron en la casa de la señora Amalia, una numerosa familia de padres
colombianos. Al llegar a la casa me senté en uno de los muebles de la sala que
estaba disponible, pues estaban pintando el cuarto que me dejarían para dormir.
La pintada duró varias horas, momentos que yo aproveché para revisar el
equipaje, fue en ese instante cuando noté que había dejado el Pan Diario de la
Palabra, algo importantísimo para la Celebración de la Palabra. En seguida me
angustié y me pregunté quien tendría un Pan Diario en aquel lugar. Le pregunté
a la señora Amalia si por casualidad tenía un Pan Diario y me contestó: “sí mi
hijito, aquí hacemos todos los días pansito”. Resulta que en aquella casa había
una bodega y también funcionaba una pequeña panadería que atendían las hijas de
doña Amalia. Yo aguanté las ganas de reírme frente a la señora Amalia, pero
después me acordaba de que no tenía el Pan Diario y me angustiaba.
Merendé café con leche y pan de la
panadería, ya el cuarto estaba listo, metí las maletas y me acomodé, me puse
los guantes y la bufanda, pues el frío era terrible. Me afectó el hecho de que
no tenía cobertura el teléfono, además no tenía televisor para distraer un poco
la mente, sentí ganas de llorar pero no lo hice, pedí fuerzas a Dios. Cené y
aquella noche la pasé terrible, pues hacía mucho frío y seguía angustiado por
la cuestión de Pan Diario.
Al día siguiente, domingo 15 de
diciembre pedí un teléfono prestado y llamé a la casa cural de Mucuchíes,
gracias a Dios y a mí se me ocurrió el sábado pedir el número, hablé con la
secretaria para decirle que por favor en la tarde, cuando llegaran a El Royal
para la misa de san Benito, me trajese un Pan Diario de sobra, ella me dijo que
sí y eso me calmó bastante y me hizo tranquilizar, pero el tema de la falta de
comunicación por teléfono.
El padre Olivo llegó con la procesión y
la Banda de Guerra de San Benito a la entrada de El Royal a las 3:00pm,
justamente a la hora pautada para la misa, en la Banda de Guerra de San Benito
vi a Javier, un muchacho que había participado con nosotros en el precursillo y
cursillo vocacional en el seminario, pero no había sido admitido, él cargaba un
estandarte en el principio de la Banda, y en la misa yo le di la comunión.
Al finalizar la misa el padre me
bendijo un agua que yo tenía preparada para bendecir los pesebres. Antes de
irse el padre le pregunté a la secretaria por el Pan Diario y me dijo que no
habían más, sólo el que el padre se llevaba para las misas en otras
comunidades. Para no desanimarme más, quedé con ella en que el día siguiente,
el lunes 16, iría al pueblo a sacarle fotocopia.
Ese día 15 de diciembre era la
festividad de San Benito de Palermo, por lo que me tocó acompañar en la
procesión por la comunidad, con la Banda de Guerra y la imagen del santo,
también estaban los llamados trabusqueros, que son hombres que llevan una
especie de escopeta, a la cual le echan pólvora y al ser disparada suena más o
menos como un mortero.
Antes de finalizar la procesión me
pidieron que les impartiera la bendición, porque yo era “el padre”, les dije
que no podía porque aún no era sacerdote, entonces me pidieron que hiciera una
oración, yo con mucho gusto me acerqué hasta el carro del sonido y las cornetas
y allí hice una pequeña oración, estaba muy agitado pues hacía frío y estaba
“tapado del pecho”. Al bajar de ese lugar fueron todos a una casa donde iban a
comer, yo decidí bajar a la casa de la señora Amalia, pues allí darían comida a
todo el mundo. Esa noche cené bien y me fui a dormir, no sin antes preguntar si
el lunes alguien iría a Mucuchíes, afortunadamente la señora Amalia debía ir a
hacer un depósito en el banco y allí yo aprovecharía de ir.
El lunes 16 de diciembre fui con la
señora Amalia en el carro de uno de sus hijos, ellos me dejaron en la iglesia y
se fueron para la cooperativa, yo busqué el Pan Diario, le saqué copia a lo que
necesitaba para hacer la Celebración de la Palabra, la fotocopiadora donde fui
está en el “Complejo Parroquial” mejor conocido como “el centro comercial” que
hizo el padre Carlos. Todo me salió en 52 bolívares y gracias a Dios los tenía,
me quedó en el bolsillo una moneda de un bolívar y un billete de dos. Al
terminar de sacar las copias fui a la casa cural y entregué el Pan Diario, allí
me dijeron que el padre estaría de nuevo en El Royal a las tres de la tarde,
para hacer una misa de aguinaldo (la única), me buscó la señora Amalia y al
llegar a la casa me puse la sotana y me fui a visitar las casas y bendecir los
pesebres con un nieto de ella, un niño de 6 años que se llama Yoander, él me
acompañó por la comunidad. En algunas casas no habían hecho el pesebre, otras
estaban cerradas, ese día visité como 20 casas contando las que no tenían
pesebre.
Almorcé y a las 2:30pm estaba en la
capilla de la comunidad, esperando al padre, quien llegó puntual, pero la
comunidad llegó a las cuatro. Se hizo la misa pero no puedo dejarme el
Santísimo, pues se le había olvidado el copón, así que el padre designó a un
señor con carro que me llevara y me trajera. Ese día en la tarde era la llegada
de las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús a Mucuchíes, pautada para las
5:30pm llegó a las 6:15pm, me tocó acompañar en la procesión junto con el señor
del carro que me trajo al pueblo y me llevaría. Los planes eran llevar el
Santísimo antes de las 6:30pm, pues a las 7:00pm en punto debía hacer la
Novena, lamentablemente le quedé mal a la comunidad, pues la misa se alargó
demasiado y vine llegando con el Santísimo a El Royal a las 9:00pm. Dos
personas estaban esperándome, y al llegar guardamos el Santísimo y me
comentaron que se había reunido bastante gente y se había ido al esperar tanto
tiempo, pues las noches son muy frías.
El día martes 17 de diciembre me fue
mejor en todo, bueno, no tanto. Me levanté y a las 9:00am estaba listo para
desayunar, como todos los días, luego me fui acompañado de Yoander a visitar el
resto de las casas de la comunidad, que en su mayoría absoluta encontré con las
puertas cerradas. Entré a una casa y no había pesebre. Después de almuerzo subí
a una peña con Yoander y encontré cobertura, me llegó la paz al espíritu porque
pude comunicarme con la familia y amigos.
En la tarde la alegría fue aún más
grande, pues me di cuenta de que la capilla había cobertura, mientras esperaba
la hora de hacer la Celebración de la Palabra y la Novena, hablé por teléfono
con varios.
Sí fue gente a la Novena, pero me
comentaron que no tanta como en la noche anterior, en la que yo no llegué y por
lo tanto no se hizo. Ese día, martes 17, en la mañana aproveché de leer la
Biblia, los 9 primeros capítulos de Josué y 8 capítulos del Evangelio de san
Juan. En la noche, para la novena fue muy gracioso, porque las personas que
cantaban los gozos lo hacían muy cómico, o al menos así me parecían a mí, tal
vez porque nunca había escuchado tal manera de cantar, a mí me daba risa, pero
tenía que disimular y aguantar, pues todos me miraban. Luego un hombre que no
es “normal” empezó a cantar muy feo, porque hacía como un becerro recién nacido
y gesticulaba muy exagerado y era cómico.
Antes de ir a la Novena me puse la
pijama, el pantalón negro y la camisa manga larga y arriba la sotana, no quería
pasar frío, pero aun así lo pasé.
El día miércoles, en la mañana no salí
del cuarto y aproveché de leer todo el Evangelio de San Juan y parte de los
Hechos de los Apóstoles, también fue cuando decidí copiar todo lo que me había
sucedido en los primeros días de las misiones. Ese día en el almuerzo, una de
las hijas de la señora Amalia mordió tres veces un pedazo de carne, que estaba
en la sopa, pero como estaba muy duro, las tres veces que mordió la carne salpicó
sopa por todos lados, y a mí me chispeó la cara las tres veces, yo lo que hacía
era reírme y limpiarme las chispitas que se me quedaban en los lentes, ella
nunca se dio cuenta.
Después del almuerzo leí otro rato la
Biblia y luego salí con Yoander, el niño que me acompañaba, que por cierto, me
hizo muchísimas preguntas. Salimos a recorrer el sector que me faltaba por
visitar para bendecir los pesebres, pero solo bendije el de una casa de una
señora que me dio café, quien aprovechó para manifestarme que la mayoría de las
casas de ahí no tenían pesebre, de todas maneras no perdí la caminada, pues en
la parte alta de la comunidad había full cobertura para teléfonos de chip.
Aproveché el momento y pude hablar por teléfono con mamá, envié algunos
mensajes y volví a la casa donde me hospedaba, esperé el momento de ir a la
capilla para la novena, fui y aproveché una hora para enviar mensajes, toqué
varias veces la campana de la capilla, para avisar a la gente, pero me tocó
esperar hasta las 7:15pm, pues no vino casi nadie, ese día no hice Celebración
de la Palabra, solo la Novena, y fue más cómico aun, pues un señor, el que me
había llevado a buscar el Santísimo en Mucuchíes, cantaba los gozos pegando
tremendos alaridos y la cara la arrugaba como si estuviera chupando limón
verde. Me aguanté la risa, estaba que me salía de la capilla.
Esa noche, la señora que tiene la llave
de la capilla me trajo una taza de chocolate caliente y dulce.
El jueves 19 todo fue normal, en la
mañana terminé de leer el Evangelio de san Juan y comencé con el Eclesiástico,
que me gusta mucho y no es la primera vez que lo leo. En la tarde salí a
caminar y en la noche la Novena sin la Celebración de la Palabra, pues
esperamos hasta las 7:30pm. Se mantuvo un número de 10 a 15 personas, la mitad
de la capilla, pues a ésta le caben 33 personas sin contar niños. Como de
costumbre hablé un rato con un señor que siempre estaba borracho, que vive al
lado de la capilla, Olinto se llama.
El viernes 20 en la mañana terminé de
leer el libro del Eclesiástico, salí a tomar sol, el frío todos estos días
estuvo muy fuerte, en la tarde me fui para la capilla, toqué la campana y si
hicimos la Celebración de la Palabra, antes de esto me habían traído dos tazas
de chocolate caliente y baso de compota caliente, todo muy rico, aunque me caía
mal. Al salir de la Novena le llevé la comunión a una señora que tiene parquinson
y en el camino bendije un pesebre. En la casa donde llevé la comunión es donde
se hace la novena a san Benito, y ese día comenzó, yo acompañé y escuché unas
oraciones del rosario que jamás había oído. Al finalizar la novena de san
Benito nos dieron mazamorra, luego llegué a la casa, allí cené, hice las
completas como de costumbre y a dormir.
El sábado 21 en la mañana hablé por
teléfono con mamá, en la tarde hice la Celebración de la Palabra, después nos
fuimos a rezar la novena de san Benito.
El domingo 22 no hice la Celebración de
la Palabra, en la novena una señora recogió una colaboración destinada para mí,
eran 150 bolívares, y después salimos a la novena de san Benito, a la cual
asistió un señor borracho, que por poco se cae de lo mal que estaba, pero lo
peor de todo fue que contestó absolutamente todo el rosario al mejor estilo
borracho, este fue otro día que me tocó aguantar la risa, pero hubo momentos en
que me dominaba y tenía que taparme la boca con la mano. Ese domingo, mientras
esperaba a la gente en la capilla, me trajeron café con leche y un buen pedazo
de torta, la cual compartí con el señor que estaba conversando conmigo, que es
el que acompaña con un cuatro desafinado los gozos del niño.
El lunes 23 me levanté a las 4:30am y
salí con la señora Amalia a la misa de aguinaldo que se hace en La Toma. Hacía
un frío terrible, nos dieron la cola en una Toyota, la misa la presidió un
padre de nombre Antonio, que tiene muchos años haciendo la novena en esa
comunidad. Llegamos a las 6:30am a la casa, tomé café y luego me volví a
acostar, y como a las 9:00am me levanté, a las 10:00am desayuné y aproveché
para lavar la camisa blanca manga larga que utilizo por debajo de la sotana.
Después la Novena de Aguinaldos con la
Celebración de la Palabra. Novena de san Benito de Palermo y a dormir,
obviamente antes recé las completas.
El 24 de diciembre me levanté a las
4:30am para ir a la última misa de aguinaldos en La Toma, fue la segunda
madrugada, luego llegamos a las 6:30am, tomé café sin azúcar y me dispuse a
dormir hasta las 9:00am. Desayuné y me fui a bendecir algunos pesebres que
faltaban, en total fueron 6 en la mañana, me regalaron dos hallacas y dos
manojos de trigo.
Estoy preparando la novena que será a
las 6:30pm. Un señor me llevó en su Toyota a unas casas de la comunidad de La
Toma, allí bendije tres pesebres, luego me llevó para su campo de trigo y me
obsequió dos manojos, la hija de ese señor estudia con Emilia García de La
Playa, la hija de Matilde Castillo.
La Novena del 24 de diciembre fue a las
7:00pm, muy solemne todo, pues rezamos el Gloria y Credo. Las personas se
despidieron muy afectivas y me dieron una colaboración de 500 bolívares, me fui
para la casa de la señora Amalia, allí cenamos todos los de la casa, pero no
fuimos a misa en Mucuchíes, porque de un momento a otro se desanimaron, yo me
disgusté un poco, pues habiendo la posibilidad de ir en una fecha tan
importante y esencial no quisieron ir. Al final lo que hicimos fue rezar el
Rosario y colocar el Niño Jesús, se hizo la bendición del pesebre y luego todo
el mundo se fue a dormir, eran apenas las 9:00pm, me quedé dormido rápido, pero
a las 12:00 de la noche, con el ruido de fuegos artificiales me desperté. Antes
de acostarme ya había arreglado la maleta.
El día 25 de diciembre me levanté a las
7:00am, me bañé y estuve listo para irme a la casa, después del desayuno
montamos las maletas en el carro, me traje el copón de madera con el Santísimo
Sacramento y nos fuimos para Mucuchíes, el hijo de la señora Amalia, ella y yo.
Al llegar a Mucuchíes no había ni un alma, la parada de los buses estaba vacía.
Regresamos de nuevo a El Royal y ahí me dispuse a esperar hasta el día
siguiente. Hablé con el señor Hilario, el vecino de la señora Amalia, y
terminamos llorando, pues nos acordamos de los seres queridos ya fallecidos.
Intenté enviar mensajes para la casa, pero me habían cobrado el plan ese día
25. En la noche llamé por teléfono a la casa y pude hablar con mi familia. Mamá
saludó a la señora Amalia y después de cena me dieron dos tazas de un dulce que
le llaman Biñuelo, muy sabroso por cierto. Me dormí muy tarde, como a las
10:30pm, pues ya en la tarde había descansado una hora, de 3:30pm a 4:30pm.
Hágase tu voluntad, Señor…
P.A
García