FORMÍCA
Hace algún
tiempo publiqué en este blog un breve pero interesante artículo sobre la Teología del Burro: https://pedrogarciabarillas.blogspot.com/2019/06/la-teologia-del-burro-segun-el-cardenal.html que fue muy leído y
causó gran audiencia según las estadísticas que me ostenta Blogger, pues bien,
ahora les presento la Teología de la
Hormiga, una encantadora reflexión sobre el afán de estos pequeños
animales.
El nombre de este minúsculo ser viviente tiene
su origen etimológico del griego Ó μύρμηξ, ηκος (Ho mírmex,
ecos), sin embargo, es del latín formíca,
ae que tiene su proximidad más notable a nuestra lengua castellana. Las
hormigas desde su tamaño insignificante tienen mucho que enseñarnos, pues el
gran trabajo que realizan por el bien comunitario, evidencia aquel popular adagio:
“en la unión está la fuerza”, y la Biblia no omite esta enseñanza, por el
contrario, la manifiesta dos veces con gran sencillez en el libro de los
Proverbios.
Proverbios 6: 6 Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus
andanzas y te harás sabio. 7 Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; 8 asegura
en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la mies.
Proverbios 30: 24 Hay cuatro seres los más pequeños de la
tierra, pero que son más sabios que los sabios: 25 las hormigas - multitud sin
fuerza - que preparan en verano su alimento.
Con estas breves citas de Proverbios
tenemos el fundamento bíblico de la Teología
de la Hormiga, en este sentido, la referencia a las hormigas “se trata sólo
de un consejo, pues la laboriosidad tiene que ser una virtud fruto de la
convicción, no de la obligación impuesta por un capataz”[1].
Cuando la hormiga aparece en la Biblia es
prototipo de organización, laboriosidad y autodisciplina. La hormiga dedica su
tiempo a almacenar alimentos; mientras que el perezoso, a consumir lo que
tiene. Analizar las lecciones y normas de conducta del comportamiento de los
animales constituía una actividad “científica” compartida por la literatura de
sentencias de todo el Próximo Oriente antiguo. En los refranes castellanos
tenemos como herencia:
«El perezoso tenga a la hormiga delante
del ojo»
«Imita a la hormiga, si quieres vivir
sin fatiga»
«Abre la puerta Pereza, y se entra en
casa Pobreza»”[2].
Como lo
manifiesta el comentario de la Biblia de Jerusalén a Proverbios 6, 6 “en los
distintos escritos sapienciales, la naturaleza aparece frecuentemente como
maestra de sabiduría o como una de sus fuentes más apreciadas. Por eso, la
observación y el conocimiento de los fenómenos y procesos naturales constituyen
un componente esencial del bagaje del sabio”[3],
y para nuestra reflexión no sólo del sabio, sino también del cristiano
operante. En este contexto, opina el comentario de la Biblia Latinoamericana a
la misma cita bíblica que, “la actitud indolente y poco previsora de unos pocos
perezosos se convierte en una seria amenaza”[4].
Conviene
también traer al tema la opinión de Luis Alonso Schökel,
que analizando la imagen de la hormiga en contraposición a la pereza expresa
que en ocasiones “la pobreza extrema o la carencia de bienes y medios de
subsistencia no se deben necesariamente a unas relaciones económico-sociales injustas;
aquí se advierte contra la persona que no sea diligente ni emprendedora. Con la
imagen de la hormiga, el autor invita al perezoso a trabajar para ganarse la
vida dignamente. En este dicho, pereza, pobreza e indigencia se relacionan
mutuamente. Conviene analizar hasta qué punto nuestra pobreza es fruto de la
injusticia y hasta dónde es falta de diligencia y empeño personal”[5].
Santo Tomás de Aquino, apoyo siempre
alabado y recomendado para la enseñanza de la fe y de la investigación
teológica, en su Suma Teológica hace una interesante referencia a las hormigas,
y su opinión colabora con la Teología de
la Hormiga, en este sentido, el Patrón de la Teología expresa que: “… entre los animales, los más perfectos son
los terrestres, más que las aves y los peces. No porque los peces carezcan de
memoria, como afirma Basilio y niega Agustín, sino por la distinción de
miembros y la perfección generativa (aunque para algunas habilidades también
algunos animales imperfectos están más capacitados, como las abejas y las
hormigas)”[6]. El
santo supervisa la indiscutible habilidad
de las hormigas, habilidad que le da una natural capacidad, para hacer lo que tiene que hacer. Si un pequeño animal
es hábil y capaz de hacer algo bueno, cuánto más lo debemos ser los seres
humanos, dotados de inteligencia y voluntad.
Buscando un sentido sobrenatural a la
actividad del hombre, Orígenes expresa: «Si miramos la tierra desde el cielo,
¿qué diferencia hay entre nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormigas y
las abejas?»[7], dando a
entender que éstos animales actúan con notable aplicación, pero sus medios y su
fin no pasan de ser un mero instinto de supervivencia. Todo lo contrario sucede
con la actividad humana, el trabajo humano, que ha de hacerse con un sentido
espiritual pues poniendo “un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor
profesional, habrás santificado el trabajo”[8],
a ejemplo de las hormigas se llega al cielo, si se persevera como ellas en el
bien.
Oh,
glorioso san Francisco de Asís,
Patrono
de los animales,
ayúdanos
a comprender a nuestras hermanas hormigas,
para que
con su ejemplo perseveremos en el bien,
teniendo
la capacidad de unir esfuerzos con el prójimo
y hacer
de este mundo un lugar mejor.
Amén[9].
Finalmente les
dejo como dádiva literaria un poema citado por Don Andrés Bello en su Gramática
Castellana:
«A la
pulga la hormiga refería
lo mucho
que se afana,
y con qué
industrias el sustento gana;
de qué
suerte fabrica el hormiguero;
cuál es
la habitación, cuál el granero»[10].
P.A
García
[1] Morla, Víctor, Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De
Brouwer, S.A., 2011,
Henao, España, p.p. 53-54.
[2] cfr.
Idem
[3] Biblia
de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, S.A., 2009, Henao, España, p.
917.
[4] Biblia
Latinoamericana, Editorial San Pablo, 2005, Madrid, España, p. 817.
[5] Luis Alonso Schökel, Biblia de Nuestro Pueblo, Ediciones
Mensajero, Henao, España, 2008, p. 1268.
[6] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte I, Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid, España, 2001, p. 674.
[7] Orígenes, Contra Celsum, IV, 85: SC
136, 394.
[8] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 359.
[9] (Sin aprobación eclesiástica)
[10] Iriarte, Fábulas, IX.
Excelente.
ResponderEliminarExcelente escrito Pedrito...
ResponderEliminarMe encantó gracias por compartir tan bella reflexión
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