miércoles, 28 de agosto de 2019

La Teología de la Hormiga.

FORMÍCA

         Hace algún tiempo publiqué en este blog un breve pero interesante artículo sobre la Teología del Burrohttps://pedrogarciabarillas.blogspot.com/2019/06/la-teologia-del-burro-segun-el-cardenal.html que fue muy leído y causó gran audiencia según las estadísticas que me ostenta Blogger, pues bien, ahora les presento la Teología de la Hormiga, una encantadora reflexión sobre el afán de estos pequeños animales.

El nombre de este minúsculo ser viviente tiene su origen etimológico del griego Ó μύρμηξ, ηκος (Ho mírmex, ecos), sin embargo, es del latín formíca, ae que tiene su proximidad más notable a nuestra lengua castellana. Las hormigas desde su tamaño insignificante tienen mucho que enseñarnos, pues el gran trabajo que realizan por el bien comunitario, evidencia aquel popular adagio: “en la unión está la fuerza”, y la Biblia no omite esta enseñanza, por el contrario, la manifiesta dos veces con gran sencillez en el libro de los Proverbios.

Proverbios 6: 6 Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio. 7 Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; 8 asegura en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la mies.

Proverbios 30: 24 Hay cuatro seres los más pequeños de la tierra, pero que son más sabios que los sabios: 25 las hormigas - multitud sin fuerza - que preparan en verano su alimento.

Con estas breves citas de Proverbios tenemos el fundamento bíblico de la Teología de la Hormiga, en este sentido, la referencia a las hormigas “se trata sólo de un consejo, pues la laboriosidad tiene que ser una virtud fruto de la convicción, no de la obligación impuesta por un capataz”[1].

Cuando la hormiga aparece en la Biblia es prototipo de organización, laboriosidad y autodisciplina. La hormiga dedica su tiempo a almacenar alimentos; mientras que el perezoso, a consumir lo que tiene. Analizar las lecciones y normas de conducta del comportamiento de los animales constituía una actividad “científica” compartida por la literatura de sentencias de todo el Próximo Oriente antiguo. En los refranes castellanos tenemos como herencia:

«El perezoso tenga a la hormiga delante del ojo»
«Imita a la hormiga, si quieres vivir sin fatiga»
«Abre la puerta Pereza, y se entra en casa Pobreza»”[2].

         Como lo manifiesta el comentario de la Biblia de Jerusalén a Proverbios 6, 6 “en los distintos escritos sapienciales, la naturaleza aparece frecuentemente como maestra de sabiduría o como una de sus fuentes más apreciadas. Por eso, la observación y el conocimiento de los fenómenos y procesos naturales constituyen un componente esencial del bagaje del sabio”[3], y para nuestra reflexión no sólo del sabio, sino también del cristiano operante. En este contexto, opina el comentario de la Biblia Latinoamericana a la misma cita bíblica que, “la actitud indolente y poco previsora de unos pocos perezosos se convierte en una seria amenaza”[4].

         Conviene también traer al tema la opinión de Luis Alonso Schökel, que analizando la imagen de la hormiga en contraposición a la pereza expresa que en ocasiones “la pobreza extrema o la carencia de bienes y medios de subsistencia no se deben necesariamente a unas relaciones económico-sociales injustas; aquí se advierte contra la persona que no sea diligente ni emprendedora. Con la imagen de la hormiga, el autor invita al perezoso a trabajar para ganarse la vida dignamente. En este dicho, pereza, pobreza e indigencia se relacionan mutuamente. Conviene analizar hasta qué punto nuestra pobreza es fruto de la injusticia y hasta dónde es falta de diligencia y empeño personal”[5].

Santo Tomás de Aquino, apoyo siempre alabado y recomendado para la enseñanza de la fe y de la investigación teológica, en su Suma Teológica hace una interesante referencia a las hormigas, y su opinión colabora con la Teología de la Hormiga, en este sentido, el Patrón de la Teología expresa que: “… entre los animales, los más perfectos son los terrestres, más que las aves y los peces. No porque los peces carezcan de memoria, como afirma Basilio y niega Agustín, sino por la distinción de miembros y la perfección generativa (aunque para algunas habilidades también algunos animales imperfectos están más capacitados, como las abejas y las hormigas)”[6]. El santo supervisa la indiscutible habilidad de las hormigas, habilidad que le da una natural capacidad, para hacer lo que tiene que hacer. Si un pequeño animal es hábil y capaz de hacer algo bueno, cuánto más lo debemos ser los seres humanos, dotados de inteligencia y voluntad.

Buscando un sentido sobrenatural a la actividad del hombre, Orígenes expresa: «Si miramos la tierra desde el cielo, ¿qué diferencia hay entre nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormigas y las abejas?»[7], dando a entender que éstos animales actúan con notable aplicación, pero sus medios y su fin no pasan de ser un mero instinto de supervivencia. Todo lo contrario sucede con la actividad humana, el trabajo humano, que ha de hacerse con un sentido espiritual pues poniendo “un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, habrás santificado el trabajo”[8], a ejemplo de las hormigas se llega al cielo, si se persevera como ellas en el bien.

Oh, glorioso san Francisco de Asís,
Patrono de los animales,
ayúdanos a comprender a nuestras hermanas hormigas,
para que con su ejemplo perseveremos en el bien,
teniendo la capacidad de unir esfuerzos con el prójimo
y hacer de este mundo un lugar mejor.
Amén[9].

         Finalmente les dejo como dádiva literaria un poema citado por Don Andrés Bello en su Gramática Castellana:

«A la pulga la hormiga refería
lo mucho que se afana,
y con qué industrias el sustento gana;
de qué suerte fabrica el hormiguero;
cuál es la habitación, cuál el granero»[10].

P.A
García



[1] Morla, Víctor, Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, S.A., 2011,
Henao, España, p.p. 53-54.
[2] cfr. Idem
[3] Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, S.A., 2009, Henao, España, p. 917.
[4] Biblia Latinoamericana, Editorial San Pablo, 2005, Madrid, España, p. 817.
[5] Luis Alonso Schökel, Biblia de Nuestro Pueblo,  Ediciones Mensajero, Henao, España, 2008, p. 1268.
[6] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, España, 2001, p. 674.
[7] Orígenes, Contra Celsum, IV, 85: SC 136, 394.
[8] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 359.
[9] (Sin aprobación eclesiástica)
[10] Iriarte, Fábulas, IX.

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