domingo, 4 de marzo de 2018

Francisco Calvo. Homilética Capítulo VII. La Finalidad de la predicación

LA FINALIDAD DE LA PREDICACIÓN
Para el ejercicio de la predicación eclesial debemos tener en cuenta el contenido y sentimiento. El contenido es el significado, palabra por palabra, en el mensaje. El sentimiento es el modo con el que el mensaje es emitido, particularmente a nivel no verbal.

La formulación de un objetivo de la predicación va en perspectiva de formar una unión y comunión con Jesucristo, ya que, solo Él puede llevarnos al Padre y a vivir en la Santísima Trinidad. Hay que distinguir entre el tema y el objetivo. El tema designa la problemática, el objetivo, la perspectiva pastoral especial. El siguiente formulario ayuda en la formulación del objetivo de la predicación: ¿Qué quiero alcanzar en una situación determinada con un determinado auditorio por qué vía en este momento? En una predicación, con la ayuda de un objetivo bien preciso podemos discernir entre lo más importante y lo secundario. 

En la aclaración de la intención de la predicación es necesario ocuparse de las intenciones de la predicación, ya que esto sensibiliza al predicador y le confiere competencia comunicativa. Además el predicador debe delimitar y determinar claramente su intención para no inquietar al oyente y para que el mismo predicador no pierda credibilidad. Junto al objetivo principal hay muchos objetivos secundarios, a menudo ocultos, que pueden interferir en el logro del objetivo principal. El predicador intenta satisfacer otras necesidades fundamentales humanas como los deseos de prestigio, de ser querido, de poder.

En la formulación de los problemas de los oyentes se tiene que el predicador debe formular no sólo deseos generales, sino cuestiones de la vida cotidiana. Se trata de las objeciones, resistencias y reservas que el predicador presume entre sus oyentes a propósito del pasaje concreto de la Escritura. La misión del predicador no es tanto dar una solución a un problema o situación de la comunidad cuanto iluminar esa situación desde el Evangelio y desde la vivencia de Jesús, ofreciendo a la imaginación de los oyentes un abanico de posibilidades. No se puede decir todo de una vez. Para la homilía vale lo de una sola idea en cada homilía. Las ideas sobrantes pueden guardarse para otra ocasión. No todo problema puede y tiene que ser resuelto en la predicación. Cada tema y cada problema se pueden abordar desde diferentes puntos de vista. El predicador debe aclarar, mediante la reflexión o el diálogo, qué argumentos en contra hay en la comunidad respecto al objetivo de su predicación.

P.A
García

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