Así como sucede en la vida cotidiana, la comunicación debe
ser un factor decisivo a la hora de predicar, pues comunicación se entiende
como el arte de transmitir información, ideas y sentimientos de una persona a
otra.
En el proceso comunicativo, el predicador es, indudablemente,
el emisor, que se encarga de iniciar la comunicación, proporcionar algo a los
oyentes, influir sobre ellos de algún modo o cambiarlos, para esto se debe
tener bien claros los objetivos e intenciones y saber que efectos quiere
provocar. Para llegar a expresar claramente un mensaje nos hace falta primero
conocer nosotros mismos nuestra intención. El predicador debería no solo tener
clara la finalidad de su predicación, sino que también debería saber que la
forma externa de su comunicación, junto a la elección de las palabras y de los
gestos, puede tener una influencia decisiva, si, por ejemplo, predica en un
tono agresivo o cordial, si está enfadado o relajado, o cuando se quiere
anunciar la Buena Nueva mediante broncas o gritos.
La predicación actual no debe ser igual que la de ayer, pues
nos encontramos con una feligresía que, cada día más, está necesitada de
comprender realmente la Palabra de Dios, es por eso que, en medio de la
predicación, el ministro deberá comprobar si su mensaje está llegando a los
oyentes, de ahí que se pueda hablar del feed
back retroalimentación, que proporciona al emisor una información sobre el
éxito o fracaso de la transmisión del mensaje y si este cumplió positiva o
negativamente su misión. Es útil tanto para el emisor como para el receptor.
Como predicador puedo ir comprobando la eficacia del mensaje. Si la respuesta
de los oyentes no es positiva deberé cambiar el mensaje o su orientación. Para
evitar los riesgos de una mala interpretación hay que verificar a menudo si
nuestros mensajes han sido bien comprendidos, es decir, obtener una
confirmación (feed back). Casi siempre
la predicación es lineal. Siempre experimentamos el intento de abandonar esta
interacción en favor de una predicación monologal. En la predicación hablamos de
una predicación virtualmente dialogal y sin embargo la mayor parte de las veces
estamos interiormente contentos y tranquilos de que los mudos oyentes no tengan
el coraje de recoger nuestra comunicación y responderla dialogalmente.
La predicación no puede quedar reducida a ofrecer unos
contenidos, ya que no es una clase, hay que saber diferenciar una cosa de la
otra. Tampoco la predicación logra ser una buena comunicación si no se
establece una relación entre el predicador y los oyentes. A la hora de predicar
es necesario preguntarnos: ¿cómo se logra una buena relación? En todas las
investigaciones sobre comunicación aparecen como condiciones reconocidas para
una buena relación las variables fundamentales establecidas por Rogers: “La
aceptación incondicional del otro, la comprensión empática y la autenticidad”.
La competencia Homilética es siempre una competencia comunicativa.
En
conclusión, con la lectura de este libro de Francisco Calvo, se ha resaltado
paulatinamente que la comunicación es un aspecto característico de la
predicación. Es de sumo interés pastoral que el predicador conozca las leyes
fundamentales de la comunicación y llegue a darse cuenta de los procesos
comunicativos que pone en marcha. Porque sólo cuando sea consciente de ellos,
procurará corregirlos cuando sea necesario. En lo personal, el Papa Francisco
es un ejemplo a imitar en el arte de la predicación.
P.A
García
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