RETIRO ES ENCONTRAR EL DESIERTO DE
LA VIDA
Seminaristas del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura |
Qué bello es encontrar un lugar a solas con Dios, un lugar donde el silencio me hable, porque Dios habla en el silencio y habla al corazón. Los retiros espirituales son momentos privilegiados para hacer un stop en la vida y mirar nuestro interior en la presencia de Dios. Un retiro espiritual se guía principalmente por la meditación de los textos de las Sagradas Escrituras. Meditar es hablar con nosotros mismos y cuestionarnos sobre un tema específico, qué me dice el texto, qué rescato como más importante, a qué me invita la cita bíblica o el tema de reflexión.
A continuación expongo los apuntes del Retiro
Espiritual de Cuaresma, dirigido para los Seminaristas de la Etapa
Configurativa del Seminario Arquidiocesano San Buenaventura de Mérida.
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Meditar sobre Isaías 58, 1-7. Este es el ayuno que
yo deseo: romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar
libre a los maltratados y arrancar todo yugo.
¿Qué significa la ceniza?
A primera vista la ceniza parece ser indicativo de
suciedad, sin embargo, también es símbolo de limpieza, pues con ceniza se lavan
las ollas de la cocina para dejarlas con especial brillo y pulcritud. A ceniza
nos recuerda que nunca dejamos de ser creaturas, polvo somos y al polvo
volveremos. Dice Santo Tomás de Aquino: “de Dios venimos y a Dios volvemos”.
En la búsqueda de Dios, el santo de Hipona nos
recuerda: “mi corazón está inquieto y no estará tranquilo hasta que descanse en
ti”. La ceniza nos ayuda a solidarizarnos con todo el dolor que nos avecina,
pues es símbolo del arrepentimiento de la humanidad, arrepentimiento de los pecados
cometidos, pecados que la mayoría de las veces son la raíz de los males que nos
afectan.
Ceniza significa aquello que fue y ya no es. Meditar
al respecto el Salmo 102 (101)10 “como ceniza en vez de pan”. Reflexionar:
¿cómo hacerme solidario con el sufrimiento de los demás? La ceniza es el
producto final de algo que pasó por fuego ardiente. Con la ceniza se comienza
el regreso a Dios: a ti, Señor, la alabanza y la gloria, a nosotros la
vergüenza, pues, hemos pecado.
En la vida, las cosas que hacemos tienen que ir
acompañadas con la sinceridad de corazón, para así agradar a Dios. Al respecto,
Leonardo Boff mantiene la tesis de que hay vida en los sacramentos, pero,
debemos darle vida a los sacramentos, esto con respecto a la misma celebración
litúrgica de los sacramentos, donde debe vivirse a plenitud con dinamismo y
entusiasmo, pues nos encontramos frente a la gracia de Dios, don gratuito para
la humanidad.
Estamos llamados a ser maestros de oración, y como
celebremos y concelebremos los sacramentos, en especial la Eucaristía, vamos a
enseñar a la gente a celebrar y vivir la misma fe. En todo este camino ascético
tenemos el peligro de abandonar el corazón, es decir, hacer las cosas
externamente pero sin que nos digan algo a nosotros mismos. Debemos actuar
siempre con sinceridad de corazón y autenticidad de corazón.
Dios exclama: este pueblo me adora con sus labios,
pero su corazón está lejos de mí. El hombre responde: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, y en esta respuesta
a Dios, podemos tener la tentación de no dar más.
Es necesario sanar el alma. Al respecto, todas las
misas son de sanación, hay que llamar a la gente a una verdadera conversión de
vida. Marcos 1,15 conviértete y cree en el Evangelio. Ceniza es fruto de fuego
que arde, esto debe tenerse presente a la hora de volvernos a Dios, es decir,
es necesaria una purificación.
Oración jaculatoria al Espíritu Santo: Espíritu de
Dios, infunde en todo hombre la fuerza de la cruz, confirma en el creyente la
gracia del amor, reúne a todos en la Iglesia.
Las tentaciones de Jesús en el desierto: (Mateo
4,1-11). La Cuaresma inicia cada año con este relato de Jesús, que pasó
cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. El Espíritu llevó a Jesús al
desierto, él acaba de ser bautizado y ha recibido la misión de ser el Mesías,
el Siervo sufriente. Cuarenta días es un número simbólico, también se le
consigue en el diluvio por el cual Dios destruyó la tierra entera, el
peregrinaje del Pueblo de Israel desde Egipto a la Tierra Prometida, también
personajes como Elías y Moisés pasaron 40 días en el desierto.
El desierto de Judá está ubicado entre Jerusalén y
Jericó, allí Jesús estuvo entre las fieras y los ángeles le servían, esto según
el relato de Marcos, de ahí que sea Cristo el “León de Judá”. Ha habido gran
cantidad de hombres y mujeres que se han ido al desierto, siguiendo el ejemplo
del Señor: San Antonio Abad.
El Señor Jesús, estando con los suyos, se fue a un
lugar oscuro y solitario para orar, de ahí que veamos la importancia de los
Retiros Espirituales, como Cristo, nos retiramos a orar para tomar las mejores
decisiones en nuestra vida, y qué mejor decisión que la de convertirnos de
lleno a Dios. El desierto para nosotros hoy en día, ya no será un espacio físico,
sino un espacio temporal dentro de las actividades cotidianas, momento en el
que nos vamos a solas con Dios.
A veces en la práctica somos lo que menos oramos, y
constantemente mandamos a la gente a orar. ¿Por qué no le damos el diezmo de
oración a Dios? El diezmo de oración a Dios significa que de las 24 horas que
tiene e día, una hora y cuarenta y cinco minutos sería para dedicarla a la
oración, al encuentro íntimo con Dios. Es evidente, necesitamos un tiempo de
desierto, cada quien procure encontrarlo, le será muy provechoso en su
crecimiento espiritual.
San Agustín de Hipona nos hace una incitación:
“volved a entrar en vuestro corazón; volved desde vuestro vagabundeo. Tú que te
has hecho ajeno a ti mismo. Examina lo que allí percibas de Dios. En la
interioridad del hombre habita Cristo”.
En el plano espiritual ¿qué significa el corazón? Es
el lugar metafísico más profundo de una persona. Lugar donde nos encontramos
con nosotros y con el Señor. Dios nos habla al corazón, no a los oídos.
“Conócete a ti mismo”. El corazón es la parte esencial de mi realidad.
La interioridad es afincarnos a lo más auténtico que
hay en nosotros. Lejos de ser “autómatas”, “esclavos de la máquina”, gente que
no se pregunta el porqué de las cosas. El autómata tiene un corazón,
ciertamente, pero éste le suena mecánicamente, no hay en él vida verdadera. Hay
un dicho popular que reza: “a los veinte años eres incendiario, a los cuarenta
bombero”, nunca debemos perder el fuego del amor y de la pasión que llevamos
dentro. Tampoco debemos hacer las cosas únicamente “para que la gente se sienta
chévere”, por el contrario hay que ponerle corazón a las cosas, pero dejando
cosas profundas en las personas y no solamente sentimentalismos pasajeros.
En el camino de la vida, encontramos una voz
terrible y tierna, es la voz de Jesús el Señor. No debemos ser hombres
“pragmáticos”, de esos que dedican tiempo a todo, por sobre todo está la
oración.
Un cierto “pastor”, como buen representante de la
autoridad liberal la Virgen no le dice nada, ese es el peligro de aquellos que
transpiran soberbia.
El gran problema de hoy en día es que no somos
transparentes, nos acostumbramos a mostrar caretas a la gente, a los
formadores, al Director Espiritual, al confesor, y también a los demás, para
que me amen, pero no soy yo, soy un reflejo, apariencia. El otro problema de
las relaciones humanas es que lo que en mi veo y detesto lo proyecto a los
demás.
Nos tienen que conocer tal y como somos, sin
esconder motivaciones.
“Vicios privados, pública virtud”: la historia de
Job. He sido un bocón, he hablado de más, te conocía de oídas, ahora te conozco
de vista. ¿A qué me llamas, Señor? El sacrificio de alabanza, la víctima más
exquisita de Dios es nuestro propio corazón. Volver a Dios, volver a él
siempre, pero sobre todo cuando la enfermedad espiritual, lejos de curarse, lo
que hace es agrandarse.
Estar pendientes, de no ser tan mezquinos con Dios,
lejos de nosotros vivir bajo esta máxima popular: “vino, placeres y hermosas
mujeres”.
Pensar en lo siguiente, de repente he sido yo con mi
actitud, quien he llevado a mi victimario a agredirme, si es así, corriendo
debo ir a pedirle perdón. Así mismo, pedir perdón a aquel que me ha ofendido,
pues puede yo mismo ser el propiciador de ello.
Dice Santa Teresa que la puerta del Castillo
interior es –sin duda alguna- la oración. San Agustín de Hipona expresa la realidad
de muchas almas que buscan a Dios: “tú estabas dentro de mí y yo fuera”
(Confesiones 10, 27). Mateo 6, 1-4 nos enseña qué hacer para buscar a Dios.
Hacerlo en lo secreto y el Padre ve y recompensa. Que no seamos esclavos del
qué dirán, que seamos esclavos de la autenticidad, ser auténticos. Pero, dónde
está la sana autenticidad, indudablemente la hallamos cuando la medida de mi
vida, de todas las cosas, es el Señor. No seamos osados para el pecado, sino
osados para la gracia. Recomienda San Anselmo: excluye todo menos a Dios.
Antes que orar por sanación física conviene hacerlo
por sanación interior. El ayuno de alimentos no es el más importante ni
necesario, pero, pendiente con esto, es recomendación loable de la vida del
cristiano, pues a ayunar nos damos cuenta de lo poco y miserables que somos y
eso nos ayuda a ser mejores con Dios, con los demás y con nosotros mismos. El
ayuno que yo hago voluntariamente tiene que remediar el hambre de los demás. El
hombre es lo que come, el hombre es lo que mira.
Efesios 4, 29: que no salga mala palabra de tu boca.
Aquellas que nos hacen amargados y reprimidos.
Mateo 12, 36: de cada palabra inútil los hombres
darán cuenta en el día del juicio.
2 Timoteo 2, 16: evita las charlas profanas.
1 Tesalonicenses 2, 13 palabras creativas y útiles.
¿Para qué Jesús fue al desierto? El que niega la
existencia del mal se aleja de la Tradición bíblica y de la Iglesia. Jesús ha
vencido al demonio, lo ha hecho él, que es Dios, tampoco nos demos por
superiores.
Las tentaciones fueron una iniciativa del Demonio,
permitidas por el Padre para la gloria de su Hijo y como enseñanza para
nosotros. Jesús fue al desierto para encontrarse con su Padre Dios por la
oración. En el hombre interior habita la Verdad, y la Verdad nos hará libres.
P.A
García
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