EL LENGUAJE EN LA PREDICACIÓN
El
tema del lenguaje a la hora de predicar la palabra de Dios es de suma
importancia, cabe hacernos la pregunta: ¿cómo maneja el predicador la sencilla
herramienta del lenguaje? Aunque un predicador disponga de la mejor exegesis
del texto bíblico, que es también
importante, aunque se adapte a los oyentes y aunque conozca la mejor teología,
si no domina el instrumento del lenguaje, solo en casos excepcionales será
capaz de llegar a los oyentes, que es el objetivo principal de la oratoria
eclesiástica.
En
este tema, del uso del lenguaje, es muy común escuchar que tal cual sacerdote
es chévere en la predicación porque utiliza un lenguaje “´popular”, en esto se
debe tener mucho cuidado y no sobrepasar los límites, pues, un lenguaje
popular, no tiene por qué ser populachero,
un lenguaje popular no es un lenguaje bajo y ramplón, sino lenguaje que
entiende el pueblo. Por otra parte, un lenguaje accesible no significa un lenguaje trivial y vulgar.
El
buen uso del lenguaje consiste, entonces, es saber explicar la teología a la
gente que no sabe de teología, pero que sí es capaz de entender aquello que el
predicado está diciendo y de lo cual está actuando como traductor, es por eso
que hoy en día existen conceptos bíblicos que precisan una traducción, por ejemplo:
salvación, redención, justificación, expiación, etc. Esta traducción no es
solo, o al menos en primer lugar, una cuestión de la elección de los vocablos, ni
del estilo de la predicación ni de los recursos retóricos, sino de una
verdadera explicación al pueblo de aquello que en lo más profundo quiere
significar para a vida de la fe.
Hay
algunas normas de un curso de redacción que pueden ser útiles para construir las frases con exactitud, concisión
y claridad. Si un texto ha de ser captado por el oído, la dicción tiene que ser
todavía más sencilla, más plástica y mejor organizada que la de un texto
escrito, por eso es necesario saber valerse de la construcción de la frase, que
sea entendida por todos y que por ende esté bien estructurada, haciendo uso de
la voz activa más que de la pasiva, sin enjugar la predica con palabras vanas,
por el contrario, procurando hablar con palabras concretas y evitando el uso de
tantos adjetivos que a la larga vuelven el discurso muy reconstruido en
palabras.
En resumidas cuentas, debemos tener siempre presente lo que
dice una ley fundamental de la comunicación, la cual reza que dos interlocutores
sólo pueden comunicarse entre sí cuando tienen un código común. Y ese código
común debe ser el lenguaje adaptado utilizado por el predicador, conociendo la
realidad de su comunidad. De igual manera, el mensaje llegará a los oyentes
haciendo el correcto uso del micrófono en los casos donde exista, y haciendo
buen uso de la dicción, para realmente hablar y no intentar hacerlo. En este
caso el micrófono es el oído de los oyentes.
P.A
García
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