viernes, 30 de agosto de 2019

Escatología: La crisis de la doctrina tradicional

Reflexiones sobre el libro: La Pascua de la Creación. Escatología. Por Juan Luis Ruiz de La Peña[1].

LA CRISIS DE LA DOCTRINA TRADICIONAL

El tema de la retribución se ve aquí amenazado, pues con los libros de Job y Eclesiastés la crisis se transforma en crítica devastadora, de allí que la Escritura llegue a expresar “¿Hasta cuándo triunfarán los impío y sufrirán los justos?”. Sin embargo, el salmista llega a buena conclusión, “los que hacen la injusticia no son dignos de envidia, pues su felicidad aridece como heno”. Al problema de la retribución encaja bien el prólogo y el epílogo de Job, pero el poema en sí encierra la dificultad de comprender la desgracia del justo, en conclusión, no hay injusticia sobre la tierra, sin embargo Job está convencido de la justicia y bondad de Dios y su fe es pura, pues cree en Dios por Dios mismo.

Si en Job vemos un poco de perseverancia, en Eclesiastés todo se nos va cuesta abajo, pues “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, y esta vanidad es la ausencia de valores que convierte la vida en algo sin sentido, y con la ausencia de retribución el corazón del hombre se llena se maldad.

Tomando en cuenta los libros de Job y Eclesiastés es menesteroso hacernos las interrogantes planteadas en el texto de estudio: ¿Pueden los valores inmanentes –la vida, la riqueza, el honor, el placer- dar sentido a la existencia humana? ¿No ocurrirá que la búsqueda de sentido fracasa cuando se circunscribe a la esfera puramente intramundana?

De allí que ahora nos interesa abrirnos a una esperanza con dimensión trascendente, pues este mundo no da todas las posibles respuestas, cosa que sí encuentra el hombre únicamente en Dios su creador. También sería propicio resaltar que es justamente la realidad de Dios lo que hace del mal y de la injusticia un escándalo insoportable para el creyente, pues la incomprensibilidad de Dios y del mundo y de la existencia no infiere necesariamente su negación.

Finalmente toda la disquisición planteada desde Job y Eclesiastés vienen a ser la única consecuencia de una seria experiencia de Dios, por lo que se deduzca que el alma creyente ha de cuestionarse más por Dios y su justicia que el no creyente, pues por la fe se espera en aquello que no se puede ver.

P.A
García


[1] Juan Luis Ruiz De La Peña, La Pascua de la Creación, Escatología, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1996. ISBN: 84-7914-261-8

miércoles, 28 de agosto de 2019

La Teología de la Hormiga.

FORMÍCA

         Hace algún tiempo publiqué en este blog un breve pero interesante artículo sobre la Teología del Burrohttps://pedrogarciabarillas.blogspot.com/2019/06/la-teologia-del-burro-segun-el-cardenal.html que fue muy leído y causó gran audiencia según las estadísticas que me ostenta Blogger, pues bien, ahora les presento la Teología de la Hormiga, una encantadora reflexión sobre el afán de estos pequeños animales.

El nombre de este minúsculo ser viviente tiene su origen etimológico del griego Ó μύρμηξ, ηκος (Ho mírmex, ecos), sin embargo, es del latín formíca, ae que tiene su proximidad más notable a nuestra lengua castellana. Las hormigas desde su tamaño insignificante tienen mucho que enseñarnos, pues el gran trabajo que realizan por el bien comunitario, evidencia aquel popular adagio: “en la unión está la fuerza”, y la Biblia no omite esta enseñanza, por el contrario, la manifiesta dos veces con gran sencillez en el libro de los Proverbios.

Proverbios 6: 6 Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio. 7 Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; 8 asegura en el verano su sustento, recoge su comida al tiempo de la mies.

Proverbios 30: 24 Hay cuatro seres los más pequeños de la tierra, pero que son más sabios que los sabios: 25 las hormigas - multitud sin fuerza - que preparan en verano su alimento.

Con estas breves citas de Proverbios tenemos el fundamento bíblico de la Teología de la Hormiga, en este sentido, la referencia a las hormigas “se trata sólo de un consejo, pues la laboriosidad tiene que ser una virtud fruto de la convicción, no de la obligación impuesta por un capataz”[1].

Cuando la hormiga aparece en la Biblia es prototipo de organización, laboriosidad y autodisciplina. La hormiga dedica su tiempo a almacenar alimentos; mientras que el perezoso, a consumir lo que tiene. Analizar las lecciones y normas de conducta del comportamiento de los animales constituía una actividad “científica” compartida por la literatura de sentencias de todo el Próximo Oriente antiguo. En los refranes castellanos tenemos como herencia:

«El perezoso tenga a la hormiga delante del ojo»
«Imita a la hormiga, si quieres vivir sin fatiga»
«Abre la puerta Pereza, y se entra en casa Pobreza»”[2].

         Como lo manifiesta el comentario de la Biblia de Jerusalén a Proverbios 6, 6 “en los distintos escritos sapienciales, la naturaleza aparece frecuentemente como maestra de sabiduría o como una de sus fuentes más apreciadas. Por eso, la observación y el conocimiento de los fenómenos y procesos naturales constituyen un componente esencial del bagaje del sabio”[3], y para nuestra reflexión no sólo del sabio, sino también del cristiano operante. En este contexto, opina el comentario de la Biblia Latinoamericana a la misma cita bíblica que, “la actitud indolente y poco previsora de unos pocos perezosos se convierte en una seria amenaza”[4].

         Conviene también traer al tema la opinión de Luis Alonso Schökel, que analizando la imagen de la hormiga en contraposición a la pereza expresa que en ocasiones “la pobreza extrema o la carencia de bienes y medios de subsistencia no se deben necesariamente a unas relaciones económico-sociales injustas; aquí se advierte contra la persona que no sea diligente ni emprendedora. Con la imagen de la hormiga, el autor invita al perezoso a trabajar para ganarse la vida dignamente. En este dicho, pereza, pobreza e indigencia se relacionan mutuamente. Conviene analizar hasta qué punto nuestra pobreza es fruto de la injusticia y hasta dónde es falta de diligencia y empeño personal”[5].

Santo Tomás de Aquino, apoyo siempre alabado y recomendado para la enseñanza de la fe y de la investigación teológica, en su Suma Teológica hace una interesante referencia a las hormigas, y su opinión colabora con la Teología de la Hormiga, en este sentido, el Patrón de la Teología expresa que: “… entre los animales, los más perfectos son los terrestres, más que las aves y los peces. No porque los peces carezcan de memoria, como afirma Basilio y niega Agustín, sino por la distinción de miembros y la perfección generativa (aunque para algunas habilidades también algunos animales imperfectos están más capacitados, como las abejas y las hormigas)”[6]. El santo supervisa la indiscutible habilidad de las hormigas, habilidad que le da una natural capacidad, para hacer lo que tiene que hacer. Si un pequeño animal es hábil y capaz de hacer algo bueno, cuánto más lo debemos ser los seres humanos, dotados de inteligencia y voluntad.

Buscando un sentido sobrenatural a la actividad del hombre, Orígenes expresa: «Si miramos la tierra desde el cielo, ¿qué diferencia hay entre nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormigas y las abejas?»[7], dando a entender que éstos animales actúan con notable aplicación, pero sus medios y su fin no pasan de ser un mero instinto de supervivencia. Todo lo contrario sucede con la actividad humana, el trabajo humano, que ha de hacerse con un sentido espiritual pues poniendo “un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, habrás santificado el trabajo”[8], a ejemplo de las hormigas se llega al cielo, si se persevera como ellas en el bien.

Oh, glorioso san Francisco de Asís,
Patrono de los animales,
ayúdanos a comprender a nuestras hermanas hormigas,
para que con su ejemplo perseveremos en el bien,
teniendo la capacidad de unir esfuerzos con el prójimo
y hacer de este mundo un lugar mejor.
Amén[9].

         Finalmente les dejo como dádiva literaria un poema citado por Don Andrés Bello en su Gramática Castellana:

«A la pulga la hormiga refería
lo mucho que se afana,
y con qué industrias el sustento gana;
de qué suerte fabrica el hormiguero;
cuál es la habitación, cuál el granero»[10].

P.A
García



[1] Morla, Víctor, Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, S.A., 2011,
Henao, España, p.p. 53-54.
[2] cfr. Idem
[3] Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, S.A., 2009, Henao, España, p. 917.
[4] Biblia Latinoamericana, Editorial San Pablo, 2005, Madrid, España, p. 817.
[5] Luis Alonso Schökel, Biblia de Nuestro Pueblo,  Ediciones Mensajero, Henao, España, 2008, p. 1268.
[6] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, España, 2001, p. 674.
[7] Orígenes, Contra Celsum, IV, 85: SC 136, 394.
[8] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 359.
[9] (Sin aprobación eclesiástica)
[10] Iriarte, Fábulas, IX.

martes, 27 de agosto de 2019

Escatología: Vida, muerte y resurrección en el Antiguo Testamento

Reflexiones sobre el libro: La Pascua de la Creación. Escatología. Por Juan Luis Ruiz de La Peña[1].

VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El concepto de vida en la mentalidad de Israel es semejante al de felicidad, en este sentido, vivir y existir no es lo mismo, la vida es más que la existencia y únicamente en Yahvé está la fuente de la vida. El concepto de vida es teológico, superando así los límites biológicos. Se tiene vida cuando se vive en comunión con Dios. La muerte, por su parte, es excomunión, expropiación del ámbito con relación con Dios.

Si la vida es la suma de todos los bienes, la muerte es el compendio de todas las desdichas. La muerte es la resolución natural de los elementos constitutivos del ser humano, es la ley sobrenatural de toda carne, también es identificable la muerte con el mal por excelencia. Para el Antiguo Testamento, la muerte significa la pérdida de la vida, pero no la cesación de toda forma de existencia, se tiene de esta manera una supervivencia postmortal. Para el hebreo el lugar de los muertos es el “scheol”, que es destino común para todos. Para Israel es importante la justicia, pues Dios es justo.

El autor hace una demostración del tema de la retribución, dónde se ve cómo Dios premia lo bueno y castiga lo malo, al menos en un ámbito temporal, haciéndolo primeramente con todo el pueblo “retribución solidaria”, pues a todo el pueblo se le aplica la culpa en cuanto a su elección, sin embargo, más adelante se pasa a la “retribución individual”, en la que cada uno sufrirá por su cuenta, y en éste sentido ya no arrastrarán los hijos la culpa de sus padres, todo esto es importante por la concepción de elección que tiene el pueblo, pues ahora se siente comprendido por Dios y amparado cada uno en particular por su justicia divina.

En esta tesis retribucionista la felicidad de Yahvé (la vida), no puede defraudar a los que esperan en él. Hasta donde podemos entender, el mundo hebreo no tenía idea sobre la salvación tal y como la manifestó Cristo el Señor, pues éstos se quedaron muy anclados a los premios naturales de Dios, todos únicamente realizables en este mundo terrenal.

P.A
García


[1] Juan Luis Ruiz De La Peña, La Pascua de la Creación, Escatología, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1996. ISBN: 84-7914-261-8

sábado, 24 de agosto de 2019

Escatología: La promesa en el profetismo y la apocalíptica

Reflexiones sobre el libro: La Pascua de la Creación. Escatología. Por Juan Luis Ruiz de La Peña[1].

LA PROMESA EN EL PROFETISMO Y LA APOCALÍPTICA

Lo escatológico: supone el cumplimiento definitivo de la promesa, y que por tanto es lo último al conservar el curso de los tiempos. La escatología en los profetas resume que sólo después de la experiencia del juicio cabrá esperar el cumplimiento de la promesa, ya que el sentido último de la intervención divina no es la destrucción, sino la salvación, en este sentido el elemento negativo de la acción divina (destrucción, castigo) no será el fin en sí mismo, sino que tiene un carácter terapéutico, yo diría pedagógico, lo que finalmente sirve para ir preparando el don de la salvación.

Me es agradable precisar en este contexto la profecía de Miqueas (5,1…) donde se encuentra la promesa tan necesaria de la venida del Mesías, ya que el Dios de Israel es fiel y mantiene su promesa a pesar de la infidelidad humana. Es curioso como desde la escatología de los profetas ya se piensa en la salvación como una nueva creación, pues así es el querer del Creador.

Del texto reflexionado me llama la atención es la esperanza que debemos aguardar los que vivimos bajo un régimen de promesa. Lo segundo sería precisar que la promesa comprende al mismo Dios que promete, más que objetivos históricos, materiales, que a la final sujetan al creyente a lo terrenal y no le permite anhelar lo celestial, porque en definitiva lo que Dios desea para sus elegidos es una comunión de vida fundada en el amor y perpetuamente establecida en la fidelidad, de allí que lo central en el cumplimiento de la promesa sea el amor y la fidelidad, todo esto refuerza la relación de Dios con el hombre.

Lo tercero a subrayar es la concepción escatológica de los profetas, donde lo que se espera, para el final de los tiempos, es la transmutación de las realidades terrestres por obra de la instauración del reino de Dios, esto antes que esperar en un más allá supra terreno, espiritual como alternativa al más acá terreno y material. En definitiva, la esperanza nuestra debe ser escatológica, como la de Israel, para esperar la gloriosa densidad de un futuro plenificador.

P.A
García


[1] Juan Luis Ruiz De La Peña, La Pascua de la Creación, Escatología, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1996. ISBN: 84-7914-261-8

miércoles, 21 de agosto de 2019

Escatología: Tiempo, promesa e historia

Reflexiones sobre el libro: La Pascua de la Creación. Escatología. Por Juan Luis Ruiz de La Peña[1].

TIEMPO, PROMESA E HISTORIA

Al iniciar la lectura sobre la Escatología en el Antiguo Testamento se puede notar con facilidad cómo la Biblia, desde sus primeros libros, intenta dejar claros los diferentes cuestionamientos del hombre, como la cuestión sobre si la realidad, como proceso orientado, va en alguna determinada dirección.

Parece que es importante conocer cómo a través de las fuentes Yahvista, Sacerdotal y Deuteronomista se puede comprender, desde la perspectiva de Dios, el tiempo, la promesa y la historia, pues con hechos como la misma creación, se da inicio a una historia que, según el querer de Dios, será una historia de salvación. Es en medio de esa historia donde la promesa se dará por pura iniciativa divina. Primeramente con la elección de Abraham, la tierra y la descendencia, más adelante con su donación propia, pues Dios promete ser el Dios de su pueblo y, una vez cumplida la promesa de la tierra y la descendencia, Dios se da a la esperanza que trae la ley para, finalmente, con la profecía de Natán, revelar la expectación mesiánica.

Es oportuno saber que con la revelación bíblica se ha roto la temporalidad no histórica, con la fe en la creación y la esperanza en la promesa. Hemos visto cómo Dios, en la historia de la salvación, ha dado una tras otra las promesas para su pueblo, es por eso que, en la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto, la promesa de la tierra puedo haberse diluido en la miseria de la servidumbre, pero va a reactivarse con Moisés.

Las tres fuentes anteriores nos ubican ante una concepción lineal y teológica del tiempo, que contienen una teología de la historia, forma embrionaria de la escatología. El tiempo al ser habilitado por la promesa, deviene la historia, que es entendida a su vez como espacio de su cumplimiento, alojando en su seno la esperanza.

En conclusión, Dios es Dios de oportunidades, es decir, de promesas que cumple para demostrar su predilección por los suyos, por la humanidad.

P.A
García


[1] Juan Luis Ruiz De La Peña, La Pascua de la Creación, Escatología, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1996. ISBN: 84-7914-261-8

domingo, 18 de agosto de 2019

La cuestión del alma en el Helenismo, en San Pablo y la Doctrina Católica


ALMA-HELENISMO-PABLO-CATOLICISMO

EL ALMA

         En el presente esquema sinóptico se expondrá el tema del alma, haciendo un breve recorrido por la concepción de dicho concepto desde la filosofía helénica hasta la doctrina del catolicismo.

         El alma: del latín anima, es el principio de vida de los seres vivos. Aquello de que resulta la condición de viviente. Modernamente se ha restringido el concepto de alma, al alma sensitiva o dotada de algún modo de conciencia, excluyendo del mismo el alma o vida vegetal. En un sentido más restringido -y vulgar- se dice sólo del alma racional humana, dotada de sustancialidad e inmortal.

         Helenismo:

        Existe la idea entre los griegos de que el alma es inmortal porque pertenece a la substancia indestructible de los dioses o a una substancia que es la más afín a la naturaleza de ellos.

Platón: Lo que se mueve a sí mismo está por sí mismo en acto y no puede perecer. Lo que se mueve a sí mismo no es movido por otro y es principio de movimiento para los otros móviles y tal es el alma, la cual es preexistente al cuerpo del que es un principio motor. Todo principio de este tipo es por naturaleza ingénito y eterno. En el hombre el alma tiene tres partes que son: el alma más noble que se encuentra en la cabeza; el alma irascible que impulsa a la valentía; el alma innoble que es principio de los apetitos sensuales.

Recluida en el cuerpo, el alma se encuentra como el auriga de un coche tirado por dos corceles, uno generoso (el alma irascible) y el otro perezoso que es el alma concupiscible.

Aristóteles: entiende el alma personal como entelequia, es decir, como esencia o forma que informa la materia, de tal modo que se hace mortal con la misma materia. Lo verdaderamente espiritual radica en el nous, entendido no como algo individual o personal sino como un principio separado del que participa el hombre.

Otros pensadores: La negación explícita de la inmortalidad la realizó Demócrito, el cual consideraba el alma como una substancia compuesta de átomos y, por ello, corruptible. Los estoicos, que entendían que el alma es un contrapunto de Dios, quedan en la duda, entre la exigencia de otorgar una justicia y una felicidad perfecta a los espíritus mejores (lo cual requiere la inmortalidad individual) y la lógica de su metafísica materialista. El alma se compone del más tenue de los elementos que es el fuego y vuelve, tras la muerte, al fuego cósmico. Séneca defendía, por su parte, la inmortalidad del alma. También Plotino admite la inmortalidad, pero la reserva al alma principal o al anima mundi, en la que las almas individuales quedan reabsorbidas.

Si la negación absoluta de la inmortalidad del alma es rara e irregular, en la filosofía griega sin embargo tampoco se logró su demostración, por lo menos en el sentido de un espiritualismo y personalismo rigurosos.

Teniendo en cuenta todo lo anteriormente descrito, hay que considerar que: “El concepto del alma debe más al cristianismo que a la filosofía” Joseph Cardenal Ratzinger.

Concepción Paulina

Qué entendía san Pablo por soma (cuerpo), sarx (carne), psyche (alma), pneuma (espíritu), kardia (corazón) y nous (mente). Él no nos ofrece una descripción del hombre en sí, sino que nos describe más bien distintas relaciones del hombre ante Dios. Por tanto, estos términos no indican realmente partes del hombre, sino que ponen de manifiesto aspectos del hombre completo, considerado desde distintas perspectivas.

Entonces, la psyche no es exactamente el principio vital de la actividad biológica del hombre. Significa, lo mismo que en el AT, un «ser vivo, una persona viva» (en hebreo, nepef; 1 Cor 15,45). Indica al hombre con su vitalidad, su conciencia, su inteligencia y volición (1 Tes 2,8; Flp 2,30; 2 Cor 1,23; 12,15; Rom 11,3; 16,4). Incluso cuando parece no significar otra cosa que el «yo» (Rom 2,9; 13,1), tiene siempre la connotación de vitalidad consciente y finalista de «vida». Aun en este caso, sólo se trata de la «vida» terrena y natural del hombre. Generalmente, Pablo no emplea psyche en sentido restrictivo; pero, por otra parte, se trata con toda claridad de la vida de la sarx y no de la vida dominada por el

Espíritu. Esta es la razón de que llame psychikos al hombre que vive sin el Espíritu de Dios (1 Cor 2,14). Este es hombre «material» y no «espiritual» (pneumalikos). En 1 Tes 5,23 Pablo esboza las tres partes de que, al parecer, está constituido el hombre: soma, psyche y pneuma. En este caso, pneuma no es el Espíritu Santo (cf. Rom 8,16; 1 Cor 2,1011). Unido a soma y psyche, que designan al hombre completo bajo distintos aspectos, pneuma señalaría otro aspecto del hombre. Pero no siempre es fácil distinguir el pneuma de la psyche (cf. Flp 1,27; 2 Cor 12,18). Pneuma indica, cuando menos, el yo cognoscitivo y volitivo del hombre, y como tal manifiesta que el hombre es especialmente apto para recibir el Espíritu de Dios. Algunas veces, sin embargo, es un simple sustitutivo del pronombre personal (Gál 6,18; 2 Cor 2,13; 7,13; Rom 1,9; Flm 25).

Doctrina Católica

Patrística:

En la patrística no se da una construcción sistemática del tema del alma. Los padres frecuentemente se encontraban en el dilema de tener que elegir la vía del platonismo no exenta de errores, o seguir la vía de Aristóteles. Y el problema que se encontraban en Aristóteles es que reducía el alma a pura forma del cuerpo sin salvar convenientemente su inmortalidad. Con todo, los Padres se inclinaban más bien hacia Platón, pues con él salvaban mejor la espiritualidad del alma, pero teniendo al mismo tiempo que purificarlo de elementos heterodoxos que condujeron a posiciones como la de Orígenes.

Medieval:

La reflexión filosófica sobre el alma no llegó a realizarse de forma definitiva sino hasta santo Tomás, quien concluyó que el alma humana es forma del cuerpo, pero a la vez tiene una entidad propia porque es substancia de carácter espiritual o intelectual: «El ser forma del cuerpo es algo que conviene al alma según su esencia y no como algo sobreañadido. Esto no obstante, hay que decir que el alma, en cuanto mediatizada por el cuerpo, es su forma; mientras que en tanto que supera la condición corporal, es llamada espíritu o substancia espiritual»

Magisterio actual:

La Iglesia ha mantenido siempre las afirmaciones de la tradición. La Humani Generis enseña que la fe católica nos obliga a retener que las almas son creadas inmediatamente por Dios. También en el Credo del Pueblo de Dios enseña san Pablo VI que Dios es creador en cada hombre del alma espiritual. El documento de la Congregación de la doctrina de la fe sobre bioética afirma también que «El alma espiritual de cada hombre es inmediatamente creada por Dios». El Vaticano II, hablando sobre la muerte del hombre, ha venido a decir que «su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte» (GS 18). El concilio profesa que el alma humana es espiritual e in-mortal (GS 14). Habría que añadir también el magnífico discurso de san Juan Pablo II al Congreso tomista internacional (1986) sobre el alma en la doctrina de santo Tomás y donde recoge lo mejor de la tradición tomista. El Catecismo subraya que el hombre es, a la vez, un ser corporal y espiritual (CEC 362). Y llama la atención la preocupación del mismo por subrayar la unidad personal del hombre, al tiempo que la dualidad (no dualismo) de principios que en él se dan.

¿Qué es el alma? ¿Existe realmente? ¿Es algo por lo que hoy en día se pregunta la gente? ¿Es importante su conocimiento para la existencia vital? La ciencia actual cree posible explicar la aparición de actividades vitales en los seres vivos a partir de la materia organizada. ¿Es eso cierto? Si fuera así, conceptos y experiencias vitales como el “amor”, la “alegría”, la “tristeza” etc… serían un conjunto de reacciones químicas, uniones neuronales más o menos fáciles de reproducir. En los seres vivos la substancia es el individuo compuesto de cuerpo y alma, no es ni el cuerpo solo ni el alma sola. El alma es la forma de los seres vivos porque es lo que les da realidad plena y les capacita para las operaciones propias del ser viviente. Es curioso observar que, esta definición o perspectiva del alma como acto de un cuerpo que tiene en potencia la vida sobre una forma de algo que es materia, es decir la perspectiva acto/potencia y forma/materia, no excluye en absoluto la perspectiva científica, sino que la completa. El conjunto de reacciones físico – químicas serían así una consecuencia del acto de un cuerpo que tiene la capacidad de realizar actividades vitales, que tiene en potencia la vida. Entonces, es la ceguera de absolutizar la ciencia como única visión de la vida, la que hace ignorar una definición de alma que coge a todo el ser viviente por completo y que le remite a una búsqueda de tal cuerpo que genera vida, de alimentarlo, de cuidarlo y mimarlo porque de él dependen sus actividades vitales. En el caso del hombre, que es obviamente el que más nos interesa, actividades vitales como el entendimiento, la voluntad, la libertad, la alegría, la paz y un largo etc… provendrían de tal cuerpo que tiene en potencia la vida, la realización de tales actividades vitales. Si además somos creyentes y sabemos que Dios insufló tal cuerpo en nosotros, la búsqueda y alimentación del alma se convierte en un continuo orar a Dios que la engorda y la potencia aún más.

P.A
García

jueves, 15 de agosto de 2019

Ponencia sobre la historia de san Vicente Ferrer en La Playa (fragmento)

Examen parcial de Escatología: el purgatorio

EL PURGATORIO

         ¿Desde la Escatología qué es el purgatorio?

         Lo primero que es necesario precisar de una vez y para siempre es que el cielo, el purgatorio y el infierno son ´estados de la persona´, no solamente ´estados del alma´, como a veces se escucha de manera repetida.

         Es oportuno, nuevamente, hacer referencia al Catecismo de la Iglesia Católica, pues al mencionar el purgatorio expresa que los que mueren en la gracia y la amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios, y además, en virtud de la comunión de los santos, la Iglesia encomienda a los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular la Misa.

         El autor estudiado nos presenta al respecto, como base escriturísica del purgatorio, la cita de 2 Macabeos 12,40-46, cuando Judas hace una colecta para mandar ofrecer un “sacrificio por el pecado” en el Templo de Jerusalén. El Vaticano II hace también su aporte magisterial al precisar que hay fieles difuntos que “se purifican”. Hay una costumbre que se remonta a los primeros tiempos de la religión cristiana, de guardar con piedad la memoria de los difuntos y de ofrecer sufragios por ellos.

         En todo caso, en líneas generales, hace falta más conocimiento en los fieles sobre la doctrina del purgatorio, para no verlo como una desgracia sin sentido, sino más bien espacio privilegiado de purificación, para entrar a formar parte del cielo que Dios nos tiene prometido.

         Finalmente, otro texto clave para entender el purgatorio, nos lo ofrece 1 Corintios 3,10-17, “la obra de cada cual quedará al descubierto, la manifestará el día, que han de manifestarse por el fuego. Aquel cuya obra resista al fuego recibirá la recompensa”.

         El purgatorio es la dulce espera de la gloria de Dios, no un lugar de tormentos, se sufre porque no se está ´todavía´ con Dios.

P.A
García

lunes, 12 de agosto de 2019

Examen parcial de Escatología: la vida eterna

        
         ¿Desde la Escatología qué es la vida eterna?

         Valorando indiscutiblemente la disquisición teológica del autor estudiado, me ha llamado la atención del concepto “vida eterna”, la unión indisoluble que tendremos como cuerpo y alma, es decir, como hombres, como personas. En este sentido, me agrada como presenta esta doctrina el Catecismo de la Iglesia Católica, cuando expresa que al morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y muertos, además, creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo, constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la ´la Resurrección´, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos.

         Y continúa el Catecismo explicando que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celestial, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como Él es, y participar también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas. Ahora bien, el autor estudiado nos da razón de todo esto, pues la lógica del amor es la única que puede dar razón del origen de la vida en su total gratuidad, pues Dios crea para la vida porque crea por amor.

         Es interesante la manera en la que se presenta la vida eterna, y hay que hacer al respecto una interrogante: ¿en qué consiste esta vida? “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17,3). Finalmente, la salvación obrada por Cristo es la vida eterna que la Iglesia ha esperado porque así lo ha creído. Un aporte magistral sobre el tema lo podemos encontrar en el Concilio Vaticano II, pues ha recuperado aspectos destacados por el Nuevo Testamento. Entonces, una reflexión personal sería identificar la vida eterna con el ser con Cristo, es decir, entrar en comunión con él.

P.A
García